miércoles, 3 de septiembre de 2008

Un rumano que nunca existió

A continuación, Spectator somete al escrutinio de sus lectores la siguiente biografía:





TRAIAN VASILIU ROMANESCU (1914-2007).- Nacido en Rumania el 4 de septiembre de 1914 en la región de Harghita, cursó y terminó sus estudios en la Universidad de Bucarest habiendo obtenido su Doctorado en Historia a la edad de 22 años. Con un perfecto dominio del Latín y del Griego, era fluído en otros ocho idiomas (Inglés, Francés, Alemán, Ruso, Español, Hebreo, Arameo y Portugués) además de su lengua nativa, el Rumano. En 1937 obtuvo del gobierno de Polonia la distinción de “Gran y Excelso Maestro Emérito” por sus importantes trabajos y estudios sobre los orígenes de la cultura eslava. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, esquivando hábilmente los graves peligros ocasionados por dicha guerra en la cual perdió a todos sus familiares, tras la conclusión de la misma terminó huyendo hacia España como refugiado político dado su acendrado anticomunismo que siempre manifestó en sus escritos. Después de estar impartiendo cátedras en varias universidades de España continuó con su obra trasladándose hasta Argentina, desde donde envió para su publicación varios libros que pronto se convirtieron en “best sellers” en América Latina, entre los cuales se pueden citar La Gran Conspiración Judía, Traición a Occidente, Amos y Esclavos del Siglo Veinte y Subversión Internacional. Al fallecer el 3 de enero del 2007 en su casa en la provincia de Chubut en la región de la Patagonia, en Argentina, su biblioteca personal contenía 148 mil libros y volúmenes de diversos autores así como ocho enciclopedias incluyendo a la Enciclopedia Espasa-Calpe, la Encyclopaedia Britannica y la Enciclopedia Salvat. El Presidente argentino Raul Alfonsín, quien trató en vida al Profesor Traian Romanescu, dijo de él lo siguiente: “Jamás en toda mi vida he conocido y creo que no conoceré un hombre más culto y más preparado intelectualmente que el Doctor Traian Romanescu. No saben cuánto lamento profundamente no haberlo propuesto para Premio Nóbel de Literatura cuando tuve oportunidad para ello”. Como homenaje póstumo en memoria suya, en la Universidad de Bucarest se le dió su nombre a una sala auditorio en la cual la placa metálica que celebra tal evento dice lo siguiente: “En memoria del excelentísimo e insigne Maestro Traian Romanescu, cuya Alma Mater lo proclama ante el mundo entero como uno de sus hijos más distinguidos y como un ejemplo a seguir por todas las generaciones futuras de jóvenes ansiosos por seguir el brillante ejemplo de uno de los intelectuales más destacados de Europa del siglo pasado”.

Un currículum impresionante, ¿verdad?

Bueno, lo sería, excepto que es un currículum falso.

La fotografía del individuo no es de ningún rumano llamado Traian Romanescu. De hecho, es la fotografía de un tipo nacido en la región de Bohemia, un individuo cuyo nombre real es Victor Lustig, uno de los más grandes estafadores de todos los tiempos, conocido también como “el rey de los estafadores”. Se trata ni más ni menos que del hombre que vendió la torre Eiffel. Esta ficción de Spectator no es muy diferente a la de la película soviética El teniente Kijé (en la cual se inspiró el inigualable compositor ruso Sergei Prokofiev cuando escribió una obra con el mismo título, su opus 60) que trata acerca de un Teniente Kijé que nunca existió, el cual fue solamente una quimera del Zar, el resultado de una equivocación al leer un informe militar. Como nadie se atreviera a señalarle esta equivocación al Zar (¡el Zar nunca se equivoca, y ay de aquél que ose señalarle que se ha equivocado!), se tuvo que inventar un militar rodeado de parientes, esposa, una carrera y, finalmente, un entierro para deshacerse de él.

Y, por último, el otro apellido del “Traian Romanescu” de Spectator, Vasiliu, sí es un apellido rumano legítimo, excepto que dicho apellido fué tomado “prestado” del excepcional poeta rumano George Vasiliu. Quienes están familiarizados con los libros publicados en México de “Traian Romanescu” saben de sobra que tal personaje jamás tuvo dos apellidos rumanos, y si los tuvo jamás los usó en sus libros.

Esta jugarreta que acaba de llevar a cabo Spectator sobre sus desprevenidos lectores debería servir como alerta y antecedente para evitar ser engañados con los falsos Traian Romenescus que la ultraderecha neo-Nazi les quiera presentar como tales a sus también desprevenidos lectores, con la diferencia de que Spectator honestamente hace la aclaración pertinente sin mantener a sus lectores en el engaño mientras que los literatos de la ultraderecha nunca salen de la mentira y por el contrario se aferran a ella inclusive cuando ha sido expuesta de mil maneras con pruebas documentales en la mano.

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En México, alguna vez hubo un “Traian Romanescu” cuya obra prolífica fue decisiva para inducir a las sociedades clandestinas de la ultraderecha a centenares de jóvenes deslumbrados con su sapiencia antisemítica haciéndolas florecer como nunca antes. Así se hacía llamar, “Traian Romanescu”. Como Victor Lustig, el hombre que vendió la torre Eiffel, tipos como Salvador Borrego, Traian Romanescu, Joaquin Bochaca y David Irving son también grandes estafadores, maestros del engaño. Sin embargo, si algo se puede decir de Victor Lustig, es que sus estafas no movieron a nadie al odio, ni al crimen ni al asesinato. En comparación con los ponzoñosos historiadores revisionistas de la ultraderecha de hoy, Victor Lustig era un santo.

Exceptuando a Salvador Borrego, ningún otro propagandista de la extrema derecha le ha hecho más daño con sus obras a las juventudes de Hispanoamérica, perturbando mentalmente a millares de jóvenes e inclusive a adultos inexpertos que deberían saber mejor, que ese escritor fascista neo-Nazi conocido como Traian Romanescu, el hombre que introdujo a América Latina a “la gran revelación” acerca de “la gran conspiración judía”, precisamente el título de su más importante y conocida obra. La Organización Nacional del Yunque que está padeciendo México en estos momentos es una consecuencia directa de los escritos de pseudo-historiadores revisionistas como Traian Romanescu que mucho hicieron para crearle al continente americano su peor amenaza. Quienquiera que quiera hacer frente a esta grave amenaza que hoy se cierne, debe tratar de saber todo lo que sea posible saber acerca de esta gente, lo cual requiere familiarizarse con el tipo de literatura con el cual los nuevos reclutas están siendo inducidos dentro del movimiento que ellos mal llaman “nacionalista”.

Precisamente en su libro La Gran Conspiración Judía publicado en la Ciudad de México en 1961, Traian Romanescu se describió a sí mismo como un académico procedente de la Universidad de Bucarest de Rumania, y también en dicho libro se describió como “ACTUALMENTE REFUGIADO EN OCCIDENTE”.

Rumania no sólo es el país en donde el novelista inglés Bram Stoker hizo nacer y crecer la leyenda de Drácula. También es el país en el que durante la Segunda Guerra Mundial nació y creció la terrible Guardia de Hierro con sus militantes ultraderechizados hasta la locura por propaganda Nazi muy similar a la propaganda extremista elaborada años después en México por Traian Romanescu, los cuales bajo el liderazgo de Horia Sima y convertidos en dráculas a su manera terminaron de modo excesivamente cruel con las vidas de todos los desafortunados judíos rumanos que cayeron en sus manos, disfrutando el martirio de sus víctimas con un bestialismo sádico digno de Vlad Tepes el Empalador. Esto continuó hasta que Rumania cayó bajo la órbita del dictador ruso Stalin en 1944, fecha en la cual si el rumano Traian Romanescu realmente conocía todo lo que decía conocer, debió de haber huído de su país hacia Occidente.

La Universidad de Bucarest, o Universitatea din bucuresti en la lengua rumana:





supuesta Alma Mater del “rumano” Romanescu que ciertamente hablaba y escribía en el idioma Español a la perfección y que además era (supuestamente) todo un experto académico en Historia Mundial y Política, ha graduado académicos europeos notables. Sin embargo, esta universidad jamás tuvo entre su profesorado a ningún Traian Romanescu que publicara en dicho país libro alguno denunciando una "gran conspiración judía". Es más, ninguno de los libros que Traian Romanescu se atribuye fueron publicados en Rumania ni antes de la Segunda Guerra Mundial, ni durante la Segunda Guerra Mundial, y ciertamente nunca después de concluída la Segunda Guerra Mundial cuando hubiera sido imposible hacer tal cosa al estar el país bajo la órbita del dictador soviético Stalin quien tenía pocas simpatías para con quienes simpatizaran con las ideas propias del fascismo. Quien se traslade hasta la Universidad de Bucarest buscando allí al mundialmente famoso Traian Romanescu autor de libros antisemitas va a salir con las manos vacías, porque ni va a encontrar allí a tal personaje ni a ninguno que haya sido familiar suyo. Buscar en la Universidad de Bucarest al “profesor” Traian Romanescu es buscar a un personaje que nunca existió allí. Por lo menos no en la Universidad de Bucarest, por lo menos no en Rumania.

Cabe aclarar que la palabra Traian es un nombre propio usado en Rumania (Traian Basescu fue el Presidente de Rumania hasta el 2007). Y el patronímico “escu” sufijado a una palabra y el cual se puede tomar como “hijo de” sí es usado también en Rumania para formar un apellido. Sin embargo, el apellido Romanescu, si se trata de un seudónimo, si se trata de un personaje al que se le quiso dar un origen rumano, puede ser visto como indicativo de una falta absoluta de imaginación, o como una artimaña para convencer a los demás de que efectivamente con un apellido así se trata de un rumano, algo así como llamarse a uno mismo como Petrovich Russinsky para convencer a los demás de tener una procedencia rusa. ¿Quién lo pondrá en tela de duda, con un nombre y un apellido así? Sea como sea, si Traian Romanescu es un nombre inventado, debemos suponer que quien haya usado tal ficción es una persona dada al uso de los seudónimos para esconder su verdadero rostro al igual que como acostumbran hacerlo los militantes de las sociedades secretas de la ultraderecha mexicana, lo cual es sumamente criticable porque en este caso se trata de un tipo que en uno de sus libros se dedica en un capítulo a estarle achacando a los judíos la supuesta costumbre de estarse escondiendo bajo seudónimos, costumbre muy común en los círculos internos de la ultraderecha clandestina.

Agotadas las posibilidades de poder ubicar a Traian Romanescu en la Universidad de Bucarest, el siguiente paso lógico consiste en concederle el beneficio de la duda y tomarle la palabra cuando nos afirma que estaba “refugiado en Occidente”. Pero... ¿en qué parte de Occidente? En las universidades de Inglaterra no conocen a ningún académico de nombre Traian Romanescu que haya publicado obras en Inglés de corte antisemita, como tampoco hay rastro de él en Francia, en Alemania, o en otras ciudades de Europa. Si aceptamos que este sujeto poseía un dominio casi perfecto del Español, y que además era un ardiente simpatizante del fascismo antisemita, entonces lo lógico es que se hubiera refugiado en España, país que bajo la dictadura de Francisco Franco se convirtió en el refugio predilecto de Nazis tan renombrados como León Degrelle e inclusive su compatriota rumano Horia Sima. Allí se hubiera sentido como en su propia casa en la compañía de gente como Joaquín Bochaca, y no habría tenido dificultad alguna para obtener una posición académica en cualquier universidad española con Francisco Franco intercediendo personalmente en su favor. Pero aquí tenemos otro hecho extraño. Si el Traian Romanescu que estamos buscando se hubiera refugiado en España, entonces todos sus libros se habrían publicado en España. Sin embargo, sus libros fueron publicados no en Europa, sino en el continente americano. El Traian Romanescu que estamos buscando tampoco se encontraba en España.

Es aquí cuando volteamos nuestra búsqueda hacia el continente americano. En los Estados Unidos y en Canadá, miles de europeos anticomunistas encontraron asilo antes, durante, y después de concluída la Segunda Guerra Mundial. Pero Traian Romanescu no fue uno de ellos. Quien lleve a cabo una búsqueda exhaustiva en los registros públicos tanto de las universidades norteamericanas como de las oficinas públicas buscando al tal Traian Romanescu saldrá con las manos vacías. Además, si se hubiera asilado en Norteamérica, es lógico suponer que sus libros se habrían escrito y publicado primero en el idioma Inglés, con un mercado potencial de lectores mucho más amplio y mucho más importante, con la traducción al Español relegada a segundo término. Pero ninguno de sus libros había aparecido publicado en el idioma Inglés cuando salieron a la luz en México. En Sudamérica, también miles de europeos anticomunistas e inclusive criminales de guerra Nazis (Adolph Eichmann en Argentina, Josef Mengele en Brasil) también encontraron asilo, pero Traian Romanescu tampoco fue uno de ellos. Si Traian Romanescu se describió a sí mismo como “ACTUALMENTE REFUGIADO EN OCCIDENTE” pero no se encontraba refugiado ni en Europa ni en Norteamérica ni en Sudamérica, entonces... ¿a dónde podría haber ido? En sus libros nunca lo aclaró, y mucho menos puso domicilio alguno en el que se le pudiera contactar. Obviamente, era alguien que no quería dar la cara, que no quería mostrar su verdadero rostro ante nadie, quería vivir en la más completa secrecía, en el más completo anonimato.

Así, nuestra búsqueda de Traian Romenescu parece llegar a un callejón sin salida. Sin embargo, queda un último recurso. Si todos sus libros aparecieron publicados por primera vez en México, entonces tenemos que buscarlo en México. Aquí es en donde seguramente lo encontraremos; y si no lo podemos encontrar aquí entonces de seguro no lo podremos encontrar en ninguna otra parte. La búsqueda se dificulta porque no tenemos ninguna fotografía suya, esto porque jamás apareció fotografía suya en ninguno de sus libros, ni tenemos ningún domicilio en donde haya vivido, lo único que tenemos es un nombre y un apellido, aunque tenemos en nuestras manos su amplia producción literaria.

En el interior de su obra “cumbre” La Gran Conspiración Judía, aparece entre paréntesis el texto “Traducción del rumano por el autor”. Si el supuesto rumano Traian Romanescu tradujo él mismo sus libros del Rumano al Español (no se conoce edición rumana alguna de su obra), entonces debería haber sido un rumano con un dominio extraordinario del idioma Español, el mejor de todos, ya que utiliza metáforas y expresiones figurativas del lenguaje que no utilizan inclusive muchísimos hispanoparlantes. Lo cual puede empezar a llevar a varios lectores a sospechar que posiblemente hasta se trate no de un rumano sino de un español o inclusive de un mexicano. Esto explicaría el hecho del por qué inmediatamente después de que estuvieron apareciendo las obras de Traian Romanescu en México publicadas en Español no aparecieron los ejemplares correspondientes en Rumano: un español o un mexicano sin el dominio del Rumano, una lengua romance utilizada por una población relativamente pequeña de Europa, tendría dificultades enormes en traducir los materiales del Español al Rumano. Y aunque hay en México unos cuantos habitantes que dominan tanto el Español como el Rumano, Traian Romanescu no fue uno de ellos.

Si Traian Romanescu no quería ser localizado y mucho menos ser identificado por nadie, entonces la Ciudad de México no sería el lugar en donde empezaríamos a buscarlo, ya que se abstendría deliberadamente de dar en sus libros cualquier pista de su lugar de residencia, y al aparecer la Ciudad de México como el lugar de publicación de sus obras obviamente era porque no vivía en la Ciudad de México. Esto nos lleva a la segunda ciudad más importante de México, la ciudad de Guadalajara. Aunque ni la palabra “Guadalajara” ni la palabra “Jalisco” aparecen mencionadas en ninguna parte de los libros de Traian Romanescu, esta es la primera ciudad a la que iríamos precisamente por ser una de las ciudades más grandes de México, en segundo orden de importancia después de la Ciudad de México. E iríamos a ella precisamente porque “Traian Romanescu” se abstiene de nombrarla por completo (de no encontrarlo allí, la búsqueda tendría que ser ampliada a otras ciudades de México que tampoco aparecen mencionadas en los libros de “Romanescu”, como León en Guanajuato, Monterrey en Nuevo León, y Tijuana en Baja California).

Resulta que es precisamente en la ciudad de Guadalajara en donde encontramos leyendas de algo que parece ser un secreto a voces en dicha ciudad, un secreto muy mal guardado por cierto, según el cual Traian Romanescu nunca existió porque fue tan sólo un seudónimo. Y junto con este dato, nos llega otro dato interesante, el dato de que si queremos saber algo más acerca de “Traian Romanescu”, debemos indagar todo lo que podamos acerca de uno de los fundadores de la Universidad Autónoma de Guadalajara, un Licenciado de nombre Carlos Cuesta Gallardo.

No hay muchas fotografías públicas disponibles de Carlos Cuesta Gallardo. Esto es debido a que este sujeto no se dejaba fotografiar por nadie, y cuando había algún fotógrafo cercano en alguna fiesta o en alguna ceremonia Cuesta Gallardo invariablemente volteaba su cara hacia otro lado o inclusive se levantaba de la mesa en la que estaba sentado y buscaba perderse entre la multitud. Varios de los que tuvieron trato personal con él lo describen como un ser taciturno, de aspecto amargado, en ocasiones de mirada dura dejando traslucir un carácter hosco, duro, e inclusive despiadado. Hacía lo posible por pasar desapercibido, ocultándose de cualquier forma en que pudiera como si estuviese huyendo de la ley, manifestando con tal actitud los terribles delirios de persecusión rayanos en la paranoia que lo consumieron toda su vida. Hubiera sido un interesantísimo caso clínico para cualquier psicólogo o psiquiatra, de no haber sido porque era un individuo sumamente secretivo que no confesaba sus verdaderas intenciones y temores íntimos a nadie, lo cual le imposibilitaba el buscar ayuda médica o inclusive ayuda espiritual dentro de la Iglesia Católica habido el hecho de que el verdadero católico creyente debe revelarle todo a su sacerdote confesor antes de obtener la absolución a sus pecados. Lo único que le podía soltar la lengua ante gente cercana a él era el ponerse a hablar por períodos prolongados de tiempo acerca de “la gran conspiración judía masónica comunista”, de la cual presumía saber muchísimo considerándose a sí mismo una verdadera autoridad. Y de hecho, lo que sabía acerca de “la gran conspiración judía masónica comunista” coincidía plenamente con lo que estaba apareciendo publicado en los libros de aquél desconocido profesor rumano “Traian Romanescu”, al cual casi podía recitarlo de memoria. Quien creyera a pie juntillas en todas las exóticas fantasías construídas en torno a “la gran conspiración judía masónica comunista” podía considerarse a sí mismo como un gran amigo de Carlos Cuesta Gallardo, y quien pusiera en tela de duda cualquiera de las afirmaciones hechas por “Traian Romanescu” podía considerarse tomado por Carlos Cuesta Gallardo como un enemigo de por vida.

Como ya se mencionó, hay pocas fotografías públicas disponibles de Carlos Cuesta Gallardo por su renuencia a ser fotografiado. Sin embargo, la imagen con la cual se le recuerda y se le “venera” dentro de la Universidad Autónoma de Guadalajara es la siguiente:





Carlos Cuesta Gallardo no sólo fue uno de los fundadores de la Universidad Autónoma de Guadalajara y de la sociedad secreta de ultraderecha Tecos. Es un hecho histórico y no anecdótico que Carlos Cuesta Gallardo se trasladó hasta la Alemania Nazi para establecer contacto con el Nacionalsocialismo Alemán. Y todo permite suponer que fue atendido con especiales consideraciones dada la importancia que Hitler le concedía a México por su vecindad inmediata con los Estados Unidos de Norteamérica. Ciertamente, ayudó mucho que tuviera un aspecto “ario”, lo cual seguramente ha de haber sido del mayor agrado de sus anfitriones. Posiblemente si les hubiera llegado un mexicano más “típico” de piel morena obscura y chaparro, sus racistas anfitriones le habrían dado el trato que podía esperar de los Nazis alemanes un mexicano “racialmente inferior”. Pero estaba predestinado que sería este sujeto, precisamente uno de los más endurecidos conservadores de la sociedad jalisciense, el que llegaría a la Alemania Nazi iluminando los ojos de sus contactos que posiblemente forjaron muchos planes con él, planes que quedaron truncos con la derrota contundente de la Alemania Nazi en 1944.

Veamos lo que nos dice el formidable equipo Alianza Estudiantil Prometeo de la Universidad Iberoamericana acerca de Carlos Cuesta Gallardo en su ya célebre trabajo La Ultraderecha Mexicana: Complot contra México:

Traian Romanescu es un seudónimo bajo el cual se esconde un mexicano de la peor ralea, el cual en su juventud se trasladó en persona hasta la Alemania Nazi para recibir “luces”. “Traian Romanescu” se presenta a sí mismo en los prólogos de sus libros como un exiliado rumano ex-profesor de la Universidad de Bucarest quien huyó hacia el continente americano después de que tras la derrota de la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial Rumania cayó bajo la órbita comunista; escapando al mundo libre con todas las pruebas en la mano que documentaban la realidad de la gran conspiración judía. Sin embargo, nadie llegó a ver jamás al profesor Traian Romanescu (quien con un apellido tal nadie dudaría que efectivamente es un rumano). Nadie sabe dónde se podía encontrarlo para llevar a cabo una entrevista, nadie sabe de qué vivía o en qué trabajaba, y aunque muchos fanáticos de la ultraderecha desearían haber tenido el honor de poder estrechar su mano, nunca existió dirección alguna en donde se le pudiera localizar. De hecho, nadie lo habría podido localizar jamás, porque como ya se dijo, Traian Romanescu no existe, nunca existió. Traian Romanescu es, de hecho, un seudónimo, el seudónimo de un mexicano, el seudónimo de uno de los principales fundadores de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

Podemos intentar rechazar la tesis de que Carlos Cuesta Gallardo haya sido el hombre detrás de la máscara “Traian Romanescu”, pese a su conocida ideología extremista y su acendrado antisemitismo, pese a haber sido uno de los fundadores de la ultraderechista Universidad Autónoma de Guadalajara y por lo tanto también de la sociedad ultraderechista secreta Tecos, pese a ser un admirador reconocido de Adolfo Hitler, pese a que parecía conocer casi de memoria todos los libros de “Traian Romanescu” cuando apenas estaban apareciendo a la venta en las librerías de México. Pero ello nos dejaría con un problema: tendríamos que aceptar que todos los libros propagandísticos de “Traian Romanescu” se escribieron solos, o mejor dicho, que fueron escritos por un rumano que nunca existió, una vez agotadas todas las demás posibilidades. Sin embargo, en este caso todas las flechas en la ciudad de Guadalajara apuntan hacia él. Y es el único en todo México al cual apuntan de manera unívoca. En todo México, no hay nadie más que mejor encaje en la descripción de lo que esperaríamos de un sujeto como “Traian Romanescu”. Y aquí podemos aplicar el refrán que dice “si grazna como un pato, camina como un pato, nada como un pato, y tiene el aspecto de un pato, lo más probable es que sea un pato“.

“Traian Romanescu” desapareció tan misteriosamente como apareció a principios de la década de los sesenta en el escenario mundial en México, justo al mismo tiempo en que Carlos Cuesta Gallardo dejó de existir. Tras la muerte del Licenciado Cuesta Gallardo, no volvió a aparecer ningún libro de “Romanescu”. No existe lugar al cual los admiradores de “Traian Romanescu” le puedan llevar flores a su tumba en ocasión del aniversario de su fallecimiento, porque no hay ninguna lápida en México que ostente el nombre de “Traian Romanescu”, al menos no del rumano que además de hablar en perfecto Español se haya adjudicado en vida la autoría de la más importante propaganda ultraderechista que se haya publicado en Latinoamérica, y mucho menos hay una fecha de fallecimiento que se le pueda asignar porque nadie sabe exactamente cuándo falleció. Sin embargo, se sabe exactamente la fecha de fallecimiento de Carlos Cuesta Gallardo, y se sabe del lugar en el que se encuentran sus restos mortales. Spectator tiene esos datos a la mano. Sin embargo, Spectator no proporcionará dichos datos a nadie, porque el paso de Carlos Cuesta Gallardo por este mundo fue poco menos que nefasto con su sello personal puesto en la creación de la sociedad secreta Tecos creada para liquidar a todos los supuestos perpetradores de “la gran conspiración judía masónica comunista”. Este hombre no merece ser recordado por nadie en el aniversario de su fallecimiento (un fallecimiento en el cual, dicho sea de paso, hubo algunas circunstancias extrañas motivadas quizá por la enorme codicia y ambición que seguramente despertaron los cada vez más fuertes ingresos monetarios que estaba produciendo ya la Universidad Autónoma de Guadalajara; la oportuna muerte de Carlos Cuesta Gallardo les dió a los que se quedaron en su lugar una oportunidad dorada para acaparar la codiciada “herencia”); ni merece flores en el lugar en donde reposan sus restos ni merece recordatorios o memoriales especiales. No merece nada, excepto lo que tal vez le esté sucediendo en el más allá en retribución por haber apartado a muchos jóvenes del verdadero camino que conduce hacia el Supremo Creador. Que le lleven flores a su tumba todos aquellos que fueron sus compinches en vida, a quienes se les está acercando también la hora en la que habrán de hacerle compañía a Carlos Cuesta Gallardo en dondequiera que hoy se encuentre, posiblemente algún lugar en donde hoy deambulan los espectros de individuos tales como Adolph Hitler, Julius Streicher, Adolph Eichmann, Josef Mengele, Klaus Barbie y Horia Sima. ¿A qué otro lugar más podrían ir, sino al lugar en donde seguramente terminaron cayendo éstos héroes suyos?

La punta de lanza

En todas las tramas de fanatización e indoctrinamiento, siempre hay dos bandos: los que saben perfectamente bien que están mintiendo cuando están mintiendo elaborando volúmenes enciclopédicos en los cuales se dan rienda suelta a su imaginación inventando falsedades confiados en que no habrá nadie que tenga el tiempo ni la enorme paciencia requerida para desenmascarar y desmentir en su totalidad la enorme pirámide de patrañas, y aquellos que consumen la literatura propagandística y que creen ciegamente, de buena fé, que lo que les están diciendo es la verdad. Los primeros son gente esencialmente mala, y los segundos son gente esencialmente ingenua (por no decir, estúpida). Los primeros siempre representan casi siempre menos del 1 por ciento de los que están en cualquiera de los movimientos afiliados a la extrema derecha, mientras que los segundos representan casi siempre más del 99 por ciento. Lo único que ambos tienen en común es que en algún momento de sus vidas decidieron venderle el alma al Diablo.

El libro más conocido, más vendido, más reproducido, más “venerado” de “Traian Romanescu”, es sin lugar a dudas La Gran Conspiración Judía:





Este libro es un libro extenso. En el editor de documentos Word de Microsoft, ocupa un total de 335 páginas. Al final del mismo aparece la leyenda que comprueba su publicación en México:

Acabose de imprimir el día 31 de
Mayo de 1961, en los talleres de
La Editorial Jus, S.A plaza de
Abasolo 14, Col, Guerrero
México 3, D.F
El tiro fue de 3000 ejemplares.

Hasta la fecha, no se conoce copia alguna en idioma Rumano del libro, por lo cual la aserción de que éste era el libro de un académico de la Universidad de Bucarest traducido al Español por el mismo autor carece de credibilidad. Al leerlo, hay que tomar en cuenta que la tesis central del libro, el argumento de que el comunismo es una invención judaica para apoderarse del mundo y que para evitar tal destino tiene que ser liquidado (lo cual implica el exterminio total de sus supuestos creadores, los judíos, siendo esta la justificante utilizada por los Nazis para matar a más de seis millones de hombres, mujeres, ancianos y niños), es un argumento completamente obsoleto hoy en día, porque tras la histórica caída del Muro de Berlín el comunismo soviético dejó de existir, y los acontecimientos históricos se dieron de modo tal que la desaparición de este sistema socio-económico no produjo las cientos de miles de muertes que los propagandistas del neo-Nazismo habían vaticinado. Es bajo esta perspectiva como este libro tiene que ser leído, es bajo esta óptica como tienen que ser evaluadas las mentiras y falsedades con las que fue formulado.

El núcleo central del libro está colocado al principio en el Capítulo III titulado “El Plan Secreto de la Actual Conspiración Mundial y las 24 Directivas Secretas del Primer Gran Congreso Mundial (Sionista)”, de lo cual “Traian Romanescu” dice:

Para cortar a los conspiradores judíos cualquier posibilidad de negar las verdades reveladas en este libro, voy a incluir en forma íntegra el contenido de las 24 directivas secretas del Primer Congreso Mundial Judío, que tuvo lugar en Basilea, Suiza, en 1897. Estas directivas constituyen el programa secreto aplicado hoy por la judería mundial y sus instrumentos masónicos, socialistas, comunistas, liberales, etc. Debo llamar la atención de los lectores sobre que el comunismo real, así como es aplicado en todos los países sojuzgados y en todos sus aspectos, se basa precisamente en los “consejos” comprendidos en estas directivas, que pueden considerarse como un verdadero “evangelio” del comunismo. Son además una prueba irrefutable de la existencia de la Conspiración Mundial Judaica, con sus fines precisos y sus métodos claramente expuestos.

Este gran “plan secreto de la actual conspiración mundial” en realidad no es otra cosa más que Los Protocolos de los Sabios de Sión, los cuales han sido expuestos como uno de los fraudes literarios más grandes de todos los tiempos, hecho aceptado incuestionablemente por numerosos académicos e historiadores de renombre. No los reproduciremos aquí, aunque hay una amplia cantidad de referencias en Internet en donde pueden ser obtenidos así como enlaces en donde los orígenes del fraude literario son revisados a fondo. De cualquier modo, el haber recurrido a algo que con décadas de anticipación a la elaboración del libro “La Gran Conspiración Judía” ya se sabía que era el producto de un vil fraude literario nos habla mucho sobre la deshonestidad de “Traian Romanescu” y su propensión a mentir y a recurrir a las mentiras de otros para lograr convencer a sus desprevenidos lectores en la “veracidad” de sus fantasías bizarras. “Traian Romanescu” hace referencia específica a este fraude literario (sin identificarlo en momento alguno como fraude) en el capítulo XXII de su libro (El Pueblo Elegido a Través de la Historia) cuando trata de hilar al Antiguo Testamento de la misma Biblia con el tema de “la gran conspiración judía” con el siguiente texto: “Leyendo las escrituras de Isaías en el Antiguo Testamento y comparándolas con los Protocolos de los Sabios de Sión, se verá cómo han adaptado esas ideas para fines políticos.” Dentro de este mismo capítulo, “Romanescu” incurre en el revisionismo histórico propio de todos los neo-Nazis al tratar de invalidar la magnitud del holocausto llevado a cabo por órdenes de Hitler (con todo y que el mismo “Romanescu” propone la liquidación de todos los judíos del mundo para lograr la “pax nacional-socialista”):

El libro tiene la siguiente introducción (los textos entre paréntesis son comentarios puestos por Spectator):

Nace este libro venciendo obstáculos enormes. (¿?)

Nace impulsado por la profunda angustia de palpar el peligro terrible que amenaza a la Civilización Cristiana, es decir, al mundo occidental (o sea, la "gran conspiración judía masónica comunista").

Y nace, también, alentado por la profunda convicción de que la Civilización Cristiana no habrá de perecer. Para esto es necesario que conozca el peligro en que se encuentra. Y que precise, hasta la evidencia, que su peor enemigo es su propia ceguera.

Así como al salir de las tinieblas la luz hiere las pupilas y nada podemos distinguir, el lector de este libro encontrará fantásticas e inverosímiles las primeras páginas. Es la sorpresa y el desconcierto que todo lo nuevo, todo lo no familiar, lleva consigo.

Una recomendación: este libro no debe juzgarse por sus primeras páginas. Es necesario que la conciencia del lector disponga de todos los datos, de todos los nombres, de todas las fechas y lugares que aquí se citan, para que forme su juicio definitivo.

Este es un libro cuya comprobación el lector puede hacer por sí mismo. Como no se trata de una teoría personal, sino de una serie de hechos mundiales (¿?), el lector podrá ir aplicando su propia experiencia y sus propias observaciones.

El autor es un hombre que ha vivido en carne propia la agonía de su Patria tras la cortina de hierro. Pero además de esa experiencia terriblemente dolorosa, dispone de un enorme caudal de revelaciones documentadas que recogió en el reverbero de la segunda guerra mundial. (¿?)

Al advertir las primeras huellas de “La Gran Conspiración Judía”, el autor también se encogió de hombros y también dijo: “¡Puras fantasías!”... Fue luego un torrente de pruebas (¿?) y un desbordamiento de lava bolchevique lo que disipó sus dudas. Fue el crepúsculo de la Civilización Cristiana, vivido por su Patria al entrar en las tinieblas de la “civilización marxista”, lo que encendió en su ánimo el anhelo de lanzar un grito de “¡Alerta!”

Esta voz va en particular dirigida a todos los cristianos. El que cree en Cristo no pone en duda el advenimiento del Anticristo. (Este tipo de gente siempre se ostenta como cristiana, aunque no tiene absolutamente nada en sus convicciones ni en sus creencias de la santidad y la humildad cristiana que con tanta nobleza distinguió a los primeros Apóstoles de Jesús, como tampoco tenían nada de cristianos los verdugos Nazis que administraron los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial).

El peligro que aquí se revela parece fantástico e inverosímil. Lo parece más por la falta de información adecuada que por falta de pruebas o de evidencias prácticas. Por eso -repetimos- el lector no debe ¡formarse juicio con las primeras inverosímiles páginas. Es necesario que lo conozca todo.

Súbitamente el mundo se ha dividido en luz y tinieblas. Tenemos la suerte de vivir aún en el lado de la luz. Pero hay un peligro inconmensurable de que esta claridad se apague. Dentro de nosotros mismos hay fuerzas que luchan por lograrlo. Los ríos de sangre y lágrimas que esa tragedia entrañaría, debe movernos a un momento de -examen y recogimiento.

¿Cuál es el camino que salvará a la Civilización Cristiana del más grande peligro que la ha amenazado en sus dos mil años de historia?

Esta introducción está precedida por un índice, el cual sirve para preparar el terreno para las “grandes revelaciones” que le serán dadas al lector incauto que está siendo inducido al mundo de la ultraderecha, lo cual dará los resultados deseados siempre y cuando el lector sea un ignorante de la historia contemporánea (lo cual lamentablemente es el caso de muchos de los que leen esta literatura). El índice de los capítulos del libro empieza con un primer capítulo titulado “Los enemigos de la Humanidad”, y los “enemigos de la humanidad” son, de acuerdo a las doctrinas neo-Nazis pregonadas por “Traian Romanescu”, los judíos (de hecho, para este tipo de gente, no sólo los judíos son “los enemigos de la humanidad”, también lo son los medios-judíos descendientes de un padre o una madre judía, como también lo son todos aquellos que tengan un abuelo o una abuela que sea o haya sido un judío o una judía, como también lo son todos aquellos que tengan un bisabuelo o una bisabuela que haya sido un judío o una judía, como también lo son todos aquellos que tengan un tatarabuelo o una tatarabuela que haya sido un judío o una judía, y así sigue la cosa ad infinitum). El índice completo se reproduce a continuación:

I Los enemigos de la Humanidad

II Todos los autores del comunismo fueron judíos

III El plan secreto de la actual Conspiración Mundial y las 24 directivas secretas del Primer Gran Congreso Mundial Judío (sionista)

IV La Judería Internacional, madre de la Revolución Comunista de Rusia

V 37 años de terror judaico en Rusia

VI Rumania en las Garras Judaicas

VII Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia y Polonia bajo el látigo judaico

VIII Inventos e inventores. La propaganda. La diplomacia de “nuevo tipo”

IX El anticristianismo y el antimahometanismo judaico en acción. Rusia, Rumania, Hungría, Croacia, Albania, Serbia, Ukrania, Polonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia, China. Prelados ortodoxos y católicos asesinados con violencia o con torturas. Prelados encarcelados o deportados. El tormento del Cardenal Mindszenty por los judíos. La persecución de los cristianos es general.

X A dónde lleva la colaboración con los judíos

XI La ofensiva judaica contra Alemania

XII El Judaismo Internacional contra España. El origen judaico del comunismo de Grecia. El comunismo en el resto de Europa

XIII El comunismo judaico de América. La técnica de los seudónimos

XIV El espionaje comunista, obra maestra de la judería

XV El mundo judío contra el mundo árabe

XVI La Masonería, instrumento secreto del Judaísmo, entidades afiliadas a la Masonería, actuación oficial y secreta de los masones. La O. N. U. es un instrumento de la Masonería

XVII La tragedia del pueblo americano. El sistema bancario en manos judías, Judería en la industria y en el comercio.Los sindicatos americanos como instrumentos judaicos, Judaísmo en varios aspectos de la vida americana. Nueva York, la mayor ciudad talmúdica del Mundo. Los judíos desencadenaron la crísis económica de 1929

XVIII Los crímenes de Roosevelt, Truman, McArthur y McCarthy

XIX El desastre de Inglaterra. Churchill y Attlee

XX La Catástrofe de Francia. El Gran Oriente de París y la Alianza Israelita Universal

XXI Yalta 1945-Ginebra 1955. La tesís secreta politico-militar de Bulganin.Documentos y detalles sobre la Conspiración

XXII El “Pueblo Elegido” a través de la historia

XXIII El Único Camino

XXIV 1961 - La Conspiración avanza rápidamente

-Apendice-La Internacional de los Conspiradores

“Romanescu” hace algo más que citar a los fraudulentos Protocolos de los Sabios de Sión. Los reproduce en su totalidad al principio de su libro, lo cual contribuye a engrosar generosamente el número de páginas haciéndolo más “docto”. Ahora bien, estos “Protocolos” fueron fabricados en una época en la que las monarquías eran el sistema usual de gobierno en Europa, y no es de asombrar que para la culminación de “la gran conspiración judía” los “Protocolos” mencionen en forma repetida la imposición de un “rey del mundo” judío rigiendo al planeta. Sobre esto, “Traian Romanescu” nos “revela” lo siguiente en su libro sin aclararnos jamás cómo o en dónde fue que obtuvo tan extraordinaria “iluminación”:

Era necesario que la judería se apoderase del gobierno de Rusia para formar el primer estado nacional dentro del estado soviético y esperar después otros 20 años para que, como consecuencia de la primera y segunda guerras mundiales, organizadas en todos sus detalles por el judaísmo internacional, se les ofreciera a los israelitas la posibilidad de crear el Estado de Israel, en su “tierra de promisión”. Ese Estado, conforme a los planes secretos, debe albergar en un futuro próximo al rey mundial de la estirpe de David.

En última instancia, el correr del tiempo mismo es lo que se encarga de desenmascarar charlatanes. Preguntémonos una cosa: ¿Hay un rey mundial “de la estirpe de David” rigiendo actualmente los destinos del Estado de Israel, ya no se diga del mundo entero? ¿Existen las condiciones actuales en Israel para la imposición de un sistema monárquico mandando al traste el sistema democrático parlamentario que tanto trabajo les costó construír? Históricamente, ni siquiera el mismo Moisés permitió que los judíos a quienes liberó de Egipto lo coronaran rey. Entonces, ¿por qué esa obsesión con un gobierno mundial monárquico, una idea que en estos tiempos suena más que descabellada?

Pero “Traian Romanescu” no sólo “profetizó” -en base a “fuentes de información” que hasta Spectator desconoce- las características del futuro “rey del mundo”, sino que fué mucho más lejos; señaló con su dedo índice quién iba a ser ese futuro rey del mundo. Esto lo tenemos en la siguiente afirmación que debe ser una de las más osadas y temerarias que se hayan formulado jamás en propaganda alguna de la ultraderecha:

Este futuro Rey de la sangre de Sión, existe ya. Se llama Emmanuel Samuel Sholnik Abrabanel. Es hijo de un dentista judío de Polonia, actualmente habitante de Canadá, del que se preten­de que seria el “descendiente directo del Rey David”, que vivió hace unos tres mil años.

Podemos considerar que ésta “revelación” se hizo pública el 31 de mayo de 1961, fecha en la que La Gran Conspiración Judía se terminó de imprimir en México con un tiraje de 3 mil ejemplares (sigue siendo un misterio de dónde sacó “Traian Romanescu” el dinero para financiar esta costosa empresa, aunque seguramente estaba respaldado en aquél entonces por intereses financieros tan poderosos como los que recientemente se encargaron de financiar la guerra sucia para impedir que López Obrador pudiera llegar a ser Presidente de México). Ha transcurrido ya medio siglo desde el año en el que se hizo ésta profecía. El tal Emmanuel Samuel Sholnik Abrabanel, si es que existe, posiblemente está enterrado en algún cementerio ignorado por completo hasta por sus propios familiares, sin aparecer mencionado o recordado en ninguna publicación judía y sin haber recibido jamás reconocimiento alguno que valga la pena capturar en la enciclopédica base de datos de la red de redes Internet, algo indigno para quien supuestamente estaba “predestinado” a ser el “rey del mundo”. Esta “profecía” del “rey del mundo” debe ser quizá uno de los peores descalabros en que haya incurrido jamás un pseudo-historiador revisionista de la extrema derecha, y de vivir ahora y de haberse identificado plenamente en lugar de andar escondiéndose seguramente muchos de los desilusionados seguidores de “Traian Romanescu” e inclusive un buen número de judíos que se pudieran haber tragado la propaganda con mucha razón le preguntarían: ¿Por qué nos mentiste? Dicho sea de paso, el nombre Abarbanel (y sus variantes Abravanal, Abravanel) es popular entre los judíos sefarditas procedentes de España, no de Polonia, como lo puede confirmar una búsqueda llevada a cabo en Internet; siendo Shkolnik (y su variante Skolnik) un nombre de origen eslavo.

El libro de “Traian Romanescu” está pletórico de afirmaciones como la anterior, las cuales nunca se tomó la molestia de probar ni decirnos cómo fue que obtuvo tan extraordinaria información de la cual inclusive los mismos judíos alrededor del mundo no parecen estar enterados.

En el primer capítulo de su libro, “Los enemigos de la humanidad” (los judíos, naturalmente) “Traian Romanescu” dijo lo siguiente:

La gran mayoría de los que han conseguido escaparse del infierno rojo y viven libres en Occidente no se atreven a decir lo que saben, puesto que tienen familia, amigos, padres, dejados más allá, y aquéllos pueden ser sencillamente asesinados por los judío-comunistas, como venganza contra los que han descubierto ante los pueblos todavía libres, las infamias cometidas por los judíos dentro del mundo subyugado. Me refiero a los verdaderos anticomunistas refugiados en el Occidente (como “Traian Romanescu”, naturalmente), no a los judíos y a otros agentes conspiradores que son enviados con diversas misiones de los países comunistas y se presentan en el mundo libre como “refugiados” para que puedan de este modo trabajar menos observados y aun publicar libros y escribir artículos en la prensa judío-masónica del Occidente presentando la situación en los países judío-comunistas bajo falso aspecto, cual conviene a los conspiradores.

Yo no temo a esta posible venganza porque los canallas no tienen ya sobre quién vengarse en mi país, y tampoco temo a las decisiones de los tribunales secretos de la masonería internacional o a los asesinos judío-comunistas que trabajan en el mundo libre buscando liquidar a sus enemigos.

Pero si “Traian Romanescu” decía no temer a una posible venganza como tampoco temer a “las decisiones de los tribunales secretos de la masonería internacional o a los asesinos judío-comunistas”, ¿por que razón mantuvo su identidad oculta sin revelar jamás a nadie quién era él realmente? “Traian Romanescu” no dejó dicha información para reclamar mérito o reconocimiento alguno ni siquiera después de haber fallecido, y vaya que no es posible hacerle daño físico alguno a una persona que ha fallecido. Es más, ni siquiera dejó testamento alguno usando su mote de “Traian Romanescu”, lo cual habría podido identificarlo sin margen de equivocación. Esta es tan sólo una de las muchísimas contradicciones en las que incurría “Traian Romanescu”, quienquiera que haya sido.

El libro de “Romanescu” atribuye el triunfo del comunismo en la Rusia Zarista de principios del siglo XX a una “gran conspiración judaica”. Pero se abstiene de mencionar por completo (al igual que como lo hizo el ideólogo ultrafascista Salvador Borrego en su libro Derrota Mundial) el papel central y nefasto que tuvo el “monje loco de Rusia” Rasputín en la caída de la monarquía zarista; a grado tal que Rasputín no aparece mencionado en ninguna de las páginas del libro porque tal cosa no conviene para los fines propagandísticos del autor del libro. Tampoco menciona el enorme daño que el mismo Zar Nicolás II se causó a sí mismo y a su país al meter por decisión suya a Rusia dentro de la Primera Guerra Mundial, algo que a fin de cuentas fue decisión única y exclusiva del Zar que ejercía una autoridad autocrática en Rusia que nadie se atrevía a cuestionar, y no de movimiento judío conspiratorio alguno (el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria es citado como el detonante de la Primera Guerra Mundial, aunque la entrada de Rusia supuestamente era un evento obligado por un pacto que comprometía a Rusia a entrar en apoyo militar de Serbia en caso de ser amenazada militarmente, pero la decisión final de honrar tal pacto o desentenderse del compromiso con el fin de evitar el choque militar con Alemania fue del Zar.) Y al igual que Rasputín, la decisión del inepto Zar Nicolás II de meter a su país en una guerra que no podía ganar contra una Alemania mucho más industrializada tampoco aparece mencionado para nada en este libro de “Romanescu” porque tal cosa tampoco conviene a los fines propagandísticos del libro. Y de hecho, no son las únicas omisiones de importancia en las que incurre “Traian Romanescu”, hay muchísimas otras. Esto debe empezar a darnos una idea de que el libro fue elaborado no para educar sino para fanatizar, no para iluminar sino para confundir y desviar. A estas importantes omisiones, el autor agrega numerosas falsedades y tergiversaciones históricas, así como una casi inacabable judaización en la que re-bautiza a muchos personajes históricos como cripto-judíos que él -gracias a sus privilegiadas dotes detectivescas que nadie más posee- ha descubierto como tales. Pero en ningún momento nos dice cómo fue que descubrió que tal o cual personaje histórico era un judío, eso sólo lo sabe él mismo, y tenemos que creerle ciegamente, porque así es la naturaleza de la propaganda fanatizante, tiene que ser aceptada sin cuestionamientos. Jamás presenta copia de documento alguno en donde por lo menos en un solo caso nos demuestre que, como él lo afirma, el gobierno del Presidente norteamericano John F. Kennedy “estuvo integrado en más del 90 por ciento por judíos y masones y comunistas conocidos” (esto lo hace en el capítulo XXIV de su libro, “La Conspiración Avanza Rápidamente”), y la procedencia de estas estadísticas sin la debida justificación de las mismas tiene que ser aceptada como un acto de fé del “rumano” que nos está haciendo tan excelsas “revelaciones”.

A continuación analizaremos algunas otras de las “verdades” publicadas en La Gran Conspiración Judía que han sido tomadas como verdaderas por todos los que han abrazado el fascismo en alguna de sus variedades convirtiéndose en feroces antisemitas.

En múltiples ocasiones, “Traian Romanescu” llega al extremo de considerar a sus lectores como unos verdaderos idiotas, unos imbéciles más ingenuos y más ignorantes que un recién nacido. Esto lo vemos claramente en párrafos como el siguiente:

En los planes del Kremlin para apoderarse del mundo árabe, en caso de guerra, Israel con sus 300 mil soldados armados hasta los dientes, con material soviético, tiene el papel principal.

Es de sobra sabido que quienes han estado apoyando con armamento al Estado de Israel desde los tiempos de la guerra fría (término acuñado por el prominente empresario Bernard Baruch, a quien los círculos de la ultraderecha señalan como uno de los “Sabios de Sión”) entre los Estados Unidos y la Unión Soviética e inclusive hasta los tiempos actuales han sido los Estados Unidos, no los rusos ni de ayer ni de hoy. De hecho, uno de los temores mantenidos por la clase política norteamericana y muchos judíos prominentes de aquél entonces era que los estados árabes terminasen cayendo bajo la órbita soviética consituyéndose en un peligro para la existencia del Estado de Israel.

En el capítulo XVI (La Masonería, Instrumento Secreto del Judaísmo) tenemos la siguiente afirmación categórica formulada por “Traian Romanescu”, según la cual “La O.N.U. es un instrumento de la Masonería”:

Después de Inglaterra, la sede central de la Gran Masonería Uni­versal pasó a Ginebra y actualmente se encuentra en Chicago, con una poderosa filial en Nueva York, sede de la O. N. U. Este organismo ju­dío-masónico dirige al mundo libre hacia la catástrofe final: dominio judío universal con ayuda del comunismo soviético.

No es necesario que Spectator lleve a cabo aquí la demolición de este argumento. Ya lo hizo la Alianza Estudiantil Prometeo de la Universidad Iberoamericana dentro de su extraordinario trabajo La Ultraderecha Mexicana: Complot contra México, el cual se recomienda consultar cuanto antes.

Con un trabajo metódico y riguroso de investigación bibliográfica consultando las fuentes originales, el libro La Gran Conspiración Judía puede ser demolido, puede ser reducido a escombros que a su vez pueden quedar reducidos a polvo como polvo es hoy todo lo que queda del “rumano” tapatío “Traian Romanescu”. Desafortunadamente, para desmentir cada falsedad que puede tomar tan solo unas diez palabras en ser enunciada, se requieren por lo menos unas treinta o cuarenta palabras para dar las razones documentadas para invalidar tal falsedad. Es mucho más fácil y mucho más breve decir una mentira que exponerla. Así, si alguien dice sin probarlo que “el traidor Antonio López de Santa Anna que entregó más de la mitad de México a los Estados Unidos fue un descendiente directo de un abuelo cripto-judío sefardita de España de nombre Abraham Isaac López Krevitz”, para refutar tal aserción se requiere recabar el árbol genealógico completo de Antonio López de Santa Anna, cosa que el que formuló tal aserción seguramente nunca hizo porque de haberlo hecho habría anexado una fotocopia del documento o documentos que probarían tal aserción (esto es lo que habría hecho un verdadero académico de la prestigiosa Universidad de Bucarest), y una vez que se tiene a la mano el árbol genealógico completo de Antonio López de Santa Anna si es que es posible llegar tan atrás en el tiempo y encontrar los documentos históricos originales en un largo y costoso trabajo que puede llevar varios meses o inclusive años, es necesario proporcionar la información completa y detallada para llevar a cabo la confirmación o la refutación en forma debida. En un libro que consume un total de 335 páginas bajo el editor de documentos Word de Microsoft, la refutación completa del libro requeriría en cuatro tantos de extensión un total de unas mil doscientas páginas, y todo ello para una obra laboriosa que posiblemente no generaría una ganancia económica que justifique la enorme inversión de tiempo y dinero para elaborarla. Obviamente, no es fácil llevar a cabo la refutación completa del libro La Gran Conspiración Judía inclusive aquí. Pero sí podemos seleccionar algunas partes relevantes de dicho libro con el fin de demostrar que el libro contiene por lo menos esas omisiones, falsedades, tergiversaciones e invenciones, y hecho esto no hay razón alguna para darle credibilidad al resto. Esto es precisamente lo que haremos aquí.

Como era de esperarse, dentro del libro se le rinde culto excelso a Adolfo Hitler, el dictador “salvador” del pueblo alemán y del mundo entero, del cual encontramos varias citas puestas aquí y allá dentro del libro como las siguientes:

Así parece que (los judíos) han paralizado (¿?) la actividad de la Orden Jesuíta, la columna de la Iglesia, y han conseguido que muchos católicos se constituyan de buena fe en defensores del judaísmo, pero en el fondo, el peor enemigo de la Iglesia Católica, y de todas las iglesias cristianas es claramente el Judaísmo Internacional. Mientras tanto, el peor enemigo del judaísmo ha sido Hitler con sus nacionalsocialistas. (En ésto último Spectator está completamente de acuerdo con "Traian Romanescu"; los hornos crematorios de los campos de exterminio de Auschwitz y la inmolación de seis millones de seres humanos sin juicio previo confirma la validez de ésta aserción, aunque a "Traian Romanescu" se le olvidó mencionar también a los homosexuales, los gitanos, e inclusive los sacerdotes católicos que terminaron perdiendo sus vidas en los campos de exterminio masivo de Hitler.)

Aunque tanto el gobierno judío salido de la “Revolución social” de 1918, como el movimiento comunista de la “Liga Spartakus” (Spartakusbund) no consiguieron realizar sus planes en Alemania después de la primera guerra mundial, era patente el incalculable mal causado a este país. Inevitablemente tenía que producirse un violento movimiento antijudío y antimasónico. Con Hitler o sin Hitler, este movimiento de masas, sostenido en gran parte por los militares, la juventud y los intelectuales, debía llegar un día al poder y desplazar a la judería y a sus instrumentos que ya asfixiaban a Alemania.

Como era natural, el movimiento antijudaico contrario a todos los demócratas masónicos que mantenían al país en completa anarquía política y económica, tomó proporción de movimiento nacional de liberación, y culminó con la elevación de Hitler al poder.

Cuando la judería mundial llegó a la conclusión de que con Hitler no se jugaba, y que su programa expuesto en “Mi Lucha” lo realizaba por medio del régimen nacional socialista, comenzó las maquinaciones secretas para derribarlo. Como tenía en sus manos la prensa de casi todos los pueblos “democráticos” y temiendo que Hitler se lanzara contra Rusia judaizada, la judería occidental manejó los asuntos de tal manera que Alemania tuviera que entrar de nuevo en guerra con los países dirigidos por la masonería, es decir, con los países cristianos de Occidente, movidos secretamente por los hebreos, escondidos tras ía máscara de la “democracia”.

Así fue. La segunda guerra mundial comenzó realmente en 1938 con una provocación judía. El 7 de noviembre de ese año el judío Hersehel Grynspan, que había pedido una audiencia en la Embajada alemana de París, mató a tiros al secretario de esta Embajada, Ernest von Rath. Como consecuencia inmediata de este asesinato político intencionalmente ejecutado por un judío, los conspiradores judíos consiguieron sus propósitos: provocar tumultos antijudíos en Alemania. El asesinato provocó en Alemania una lógica explosión antijudaica. Entonces, toda la prensa y los círculos judío-masónicos de Occidente empezaron a chillar que los “pobres” judíos eran injustamente maltratados en Alemania. Los judíos de Polonia empezaron una sistemática campaña de asesinatos y maltratos de la minoría alemana residente en ese país dirigido por la judío-masonería, y se provocaron intencionalmente agrias discusiones en torno a Danzig con las “oportunas” declaraciones de la judío-masonería dirigente de Inglaterra.

Esto último es una de las más burdas falsedades históricas en que se pueda incurrir. La Segunda Guerra Mundial no comenzó con una provocación judía a causa de un asesinato cometido en contra del secretario de la Embajada Alemana en París. La vida de Ernst vom Rath no valía tanto como para justificar el desencadenamiento de un conflicto armado que terminó costando millones de vidas. “Traian Romanescu” no menciona aquí en lo absoluto nada acerca del pacto Molotov-Ribbentrop con el cual, antes de la invasión a Polonia, Hitler se repartió con el dictador Joseph Stalin el territorio polaco. A dos días de ingresar Hitler con sus huestes a Polonia el 1 de septiembre de 1939 matando despiadadamente a todos aquellos polacos que intentaran resistirse a la vil invasión (esto es lo que a fin de cuentas realmente constituyó el ingreso de la Alemania Nazi a Polonia, una vil invasión que los polacos no provocaron) empezó la Segunda Guerra Mundial, en abierta violación al Tratado de Versalles de acuerdo con el cual Alemania tras su derrota en la Primera Guerra Mundial se había comprometido ante las demás potencias europeas a no volver a armarse militarmente hasta los dientes ni a llevar a cabo actos de invasión comprometiéndose a vivir en paz con el resto de Europa. Y de cualquier modo, tiempo después en abierta violación al pacto Molotov-Ribbentrop, Hitler lanzó su acometida en contra de Rusia sin que el dictador Stalin hubiera hecho absolutamente nada en contra de la Alemania Nazi que justificase tal invasión, demostrando con ello que para Hitler los tratados y los “pactos de caballeros” firmados por él tenían tanta validez como el papel sanitario que usaba para limpiarse su trasero. Sin embargo, si el asesinato de Ernst vom Rath no fue lo que detonó la Segunda Guerra Mundial, sí fue lo que detonó en Alemania el inicio del holocausto en contra de los judíos alemanes, los cuales no tuvieron absolutamente nada que ver con el asesinato ocurrido en Francia.

Para “Traian Romanescu” sólo hay dos versiones de la Historia: la suya, y la de todos los demás, incluídos historiadores profesionales, doctores, académicos, etc. La suya es toda la Historia reeinterpretada y vuelta a escribir de principio a fin bajo la óptica de “la gran conspiración judía masónica comunista”, la suya es revisionismo histórico puro. Lo que no haya sido interpretado “correctamente” por él necesariamente es algo que adolece de falsedad. Sólo él es el poseedor de la verdad. A él hay que acudir para saber lo que “realmente” ocurrió. Bueno, a él, y a otros que piensan igual que él. La interpretación “Traianista” de la Historia no abarca únicamente la Historia reciente; se remonta inclusive hasta los tiempos de la Antigüedad. Veamos lo que nos dice acerca de los tiempos de Jesucristo en el capítulo XXII de su libro (El “Pueblo Elegido” a Través de la Historia):

Todo el que estudia la historia de los hebreos comprueba que ésta no es sino una sucesión de conflictos y conspiraciones, con y contra todos los pueblos con los cuales han entrado en contacto. Como actualmente los judíos están en contacto con todos los pueblos del mundo, conspiran contra todos, con la esperanza de que conseguirán realizar ahora su sueño milenario de hacerse los amos absolutos de la tierra.

Después de Herodes I, los romanos llegaron a la conclusión de que cualquier libertad concedida a los judíos constituía un peligro para el mantenimiento del orden, así que quitaron a los reyes judíos del trono de Palestina, dando el poder a unos procuradores, entre los cuales el más conocido es Poncio Pilatos, durante el cual, debido a las intrigas judías, fue crucificado Jesucristo.

Esta última afirmación, desde luego, no es cierta; es una falsedad. Los reyes judíos no fueron quitados “del trono de Palestina” en los tiempos de Poncio Pilatos. Y tan es así que Jesús después de su detención fue enviado por el Procurador romano Pilatos para su juicio ante el hijo del Herodes el Grande (Herodes I), o sea Herodes Antipas, el cual a su vez lo declaró fuera de su jurisdicción y lo devolvió a Pilatos quien fue el que lo vino juzgando. Cabe señalar que la crucifixión jamás ha sido un método de ejecución practicado en ninguna época por ninguna comunidad judía; la crucifixión era una pena romana, por tanto fueron los romanos quienes crucifijaron a Jesús de Nazareth y no los judíos. Sin embargo, tras la gran rebelión ocurrida en el año 66 A.C., la cual concluyó en el año 70 A.C., no sólo los reyes judíos fueron quitados del trono de Palestina, sino que el reino judío desapareció por completo de Palestina.

En el capítulo IV (La Judería Internacional, Madre de la Revolución Comunista de Rusia), “Traian Romanescu” jura tener las pruebas de que el dictador Stalin era un judío (algo que si “demuestra”:

¿QUIEN HA SIDO IOSIF VISSARIONOVICH STALIN?

Por fin, ¿Quién ha sido Iosif Vissarionovich Stalin?, se dice que era un “georgiano de sangre pura”, nacido en Gori, Caucasia, que era ortodoxo y que algún tiempo fue alumno de un seminario, aunque existen varios “documentos”, fotografías y fotocopias, que pueden ser autenticas o falsas, puesto que han aparecido después de la revolución comunista, las informaciones recogidas por oficiales del Servicio Secreto Rumano, en la Caucasia misma, durante la II Guerra Mundial, resuelven por lo menos para nosotros todo el misterio de la vida y carrera de Stalin.

Como religión parece que la familia de Stalin fue ortodoxa, pero como “raza” Stalin no era georgiano puro. Algunos judíos que viven aislados dentro de la sociedad cristiana prefieren muchas veces adoptar formalmente nuestra religión, por motivo de comodidad, para no ser mirados por los cristianos como individuos peligrosos. Pero esto no ha cambiado en nada el carácter de esta gente y cada vez que tienen la posibilidad se vuelven contra su religión adoptiva, de cuya protección no necesitan más, y como buenos judíos, buscan destrozarla. Stalin el dictador rojo fue de origen judío y hay multitud de pruebas. (¿?)

El nombre real de Stalin fue Iosif David Vissarion Djugashvilli, llamado también Kochba. Los nombres Iosif (José) y Vissarion, o sea el de Stalin y su padre, no son utilizados por la población ortodoxa de Caucasia, y generalmente, al ser bautizados, los ortodoxos no reciben nombres de origen judío como Iosif, Benjamín, Salomón, Daniel, Miriam, etc., sino más bien nombres de origen latino, griego y eslavo, excepto los locales. Por consiguiente el nombre de Stalin indica desde el principio que es de origen judío. (José es un nombre judío, y ello no implica en lo absoluto que el Presidente mexicano José López Portillo haya sido un judío, como tampoco lo son los cientos de millares de mexicanos con nombres bíblicos judíos tales como David, Daniel, Abraham, Isaac, Jacobo, Israel, Isaías, etc.)

Su apellido “Djugashvilli” traducido del georgiano significa: “hijo del judío” En la lengua georgiana hay para la palabra “judío” la expresión literaria “uria”, pero hay también la palabra “djuga” sinónimo de “uria”, indicando a los judíos de Caucasia según su origen, ya que han llegado ahí desde una colonia portuguesa. La otra parte del apellido de Stalin, o sea “villa” significa: “hijo”. (De todas las falsedades metidas deliberadamente por "Traian Romanescu" en su libro, ésta quizá sea la peor de todas. El apellido se deriva de una palabra aún utilizada en la región de Osetia, la palabra djuga o dzhuga. Cualquiera que pase unas cuantas semanas en dicha región se dará cuenta de que djuga no significa "judío". Esto se discutirá un poco más a fondo posteriormente.)

El nombre de Kochba o Koba, bajo el cual era conocido Stalin como revolucionario en Caucasia, no es otra cosa que el mismo nombre de legendario de otro revolucionario judío llamado Bar-Kochba, que durante el año 165 después de Jesucristo dirigió una revolución de los judíos contra los romanos en la época del Emperador Adriano. En ocasión de esa revolución, Bar-Kochba fue declarado “Mesías” por los grandes rabinos judíos, pero su revolución termino catastróficamente para la judería, que fue totalmente dispersada por los romanos en diversas provincias del Imperio. El verdadero nombre de Stalin traicionaba su origen judío (¿?) y por eso prefirió cambiárselo por el de José Vissarionovich Stalin, o sea un nombre “ruso”. (Efectivamente, Stalin en su época como revolucionario cambió su nombre a Koba, no a Kochba. Pero resulta que Koba, lejos de ser un judío, era un héroe nacional de Georgia, una especie de Robin Hood; como Pancho Villa lo fue para muchos mexicanos. Stalin quería ser visto por sus "camaradas" revolucionarios como una especie de Koba.)

El mismo origen judío estaba demostrado por la fisonomía de este asesino. (¿?) Los georgianos son generalmente hombres altos y bien desarrollados de físico, mientras que Stalin media apenas 1.60cm de estatura, hecho que lo obligaba a subir en una silla “invisible” detrás de los muros del Mausoleo de Lenín para lucir más imponente frente a las masas, durante los interminables desfiles de la Plaza Roja de Moscú. (El Ministro de Propaganda Nazi de Hitler, Joseph Goebbels, era un "chaparro", y no por ello era un judío, de lo cual podía dar fé el mismo Hitler.)

La fisonomía de la cara de Stalin era típicamente judía (¿?) y quizás por eso, para esconder sus visibles rasgos, todas las fotografías de Stalin publicadas eran previamente retocadas. (¿?)

La familia, o mejor dicho las familias de Stalin, han sido puramente judías. (¿?)

La primera esposa de Stalin fue la judía caucasiana Katy Schwanitz conocida bajo el seudónimo de Katy Svanize. Esta fue la madre de Jacob Davodovich Dugashvilli (¿Por qué Jacob y no un nombre autentico ruso o caucasiano?), el hijo mayor de Stalin, capturado durante la guerra por los alemanes el 16 de Julio de 1941 y después desaparecido, probablemente ejecutado al final de la guerra. (Aquí tenemos una falsedad rotunda de "Traian Romanescu". Ekaterina Semyonovna Svanidze, el nombre auténtico de la primera esposa de Stalin y no un seudónimo como pretende hacernos creer "Traian Romanescu", jamás fue una judía. Su nombre no era un nombre judío, era un nombre típicamente Georgiano, y ella pertenecía a la Iglesia Ortodoxa de Georgia. Esta es una de las afirmaciones que más fácilmente se pueden desmentir con pruebas documentales en la mano. El nombre Katy Schwanitz es un nombre que bajo los motores de búsqueda de Internet sólo aparece en unos cuantos sitios de Internet propios de la extrema derecha, los cuales se pueden contar con una mano, y sobran muchos dedos.)

La segunda esposa de Stalin fue Nadia Alellujah, conocida bajo el seudónimo de Alelujeva. Exsecretaria particular de Stalin, se convirtió en su esposa y es la madre de Vassily Stalin y de Svetlana Stalin. Nadia Allelujah fue asesinada por su propio marido, en 1932 a causa de sus relaciones amorosas con el judío Gleitzer (¿?), ejecutado el mismo año por Stalin, como “Trotskista”. El “suicidio” de Allelujeva es una mentira difundida por los comunistas, para camuflar el hecho de que Stalin asesino a su propia esposa. (El mismo "Traian Romanescu" enfrenta dificultades aquí para "demostrar" que la segunda esposa de Stalin era una judía, y simplemente lo sugiere con un juego de palabras, pero no lo afirma. La afirmación de que Stalin asesinó a su segunda esposa por tener relaciones amorosas con un judío es una invención más que sólo se encuentra en los libros de la ultraderecha, la cual jamás ha sido probada por los neo-Nazis.)

La tercera esposa del dictador rojo fue, es decir Rosa Kaganovith es, como se sabe, hermana de los famosos Kaganovitch, judíos que tienen el verdadero control de la URSS (¿? ¿Y Stalin; en dónde quedó?), puesto que son los únicos que a pesar de los cambios característicos del Gobierno rojo se han quedado en los puestos claves y controlan la más importante rama de la vida comunista: la industria. (El matrimonio entre una hermana de Lazar Kaganovich con Stalin es otra fantasía muy recurrida en la propaganda de la extrema derecha, rastreable al libro El Lobo del Kremlin del periodista norteamericano Stuart Kahan, publicado en 1987, en donde se habla de un supuesto matrimonio secreto entre Stalin y una tal Rosa Kaganovich. Sin embargo, esta aserción jamás ha sido probada por nadie, incluído el mismo "Traian Romanescu". Muchos han puesto en tela de duda ésta afirmación, incluída la familia Kaganovich que niega que la supuesta "Rosa" y Stalin se hayan reunido alguna vez, e inclusive aportan el dato de que la hermana de Kaganovich ni siquiera se llamaba Rosa. Esto está documentado en un manifiesto público hecho por los miembros que aún quedan de la familia Kaganovich, los cuales inclusive aportaron sus propias pruebas que desmienten a Stuart Kahan Todo indica que la tal Rosa Kaganovich es un personaje ficticio al igual que el inexistente rabino Emmanuel Rabinovich el cual con un apellido así, ¿quién dudará que se trata de un rabino?, al igual que nadie dudará que alguien que lleve el apellido Romanescu sea un rumano. No existe fotografía alguna de ella, no hay nadie en Rusia que parezca haberla conocido ni pueda señalar el lugar en donde esté enterrada o el domicilio en donde se le pueda encontrar. Aquí hay algo interesante. Puesto que el libro La Gran Conspiración Judía apareció publicado en 1961, y el libro de Stuart Kahan apareció publicado en 1987, 26 años después, cabe preguntarse: ¿Se basó Stuart Kahan en el libro La Gran Conspiración Judía publicado en México para poner en su propio libro el "dato" del supuesto matrimonio secreto entre Stalin y una hermana de Lazar Kaganovich? Esto podría servir para documentar la enorme influencia internacional que ha tenido fuera de México la literatura elaborada por "Traian Romanescu" desde su plataforma de operaciones en la ciudad de Guadalajara.)

El segundo hijo de Stalin, es decir, Vassily Iosiphovich Djugashvilli actualmente General de Aviación, llamado el “Halcón de la URSS” mientras vivía su padre, tiene una de las más típicas caras de judío que se puedan imaginar: pelo rojo, cara llena de pecas, orejas largas y labios gruesos. (¿?) (¿Así es como se deben ver los judíos? ¿Así era la fisonomía del judío europeo Albert Einstein? ¿Así es como se ven los habitantes del Estado de Israel, especialmente los judíos ortodoxos? ¿Así era el aspecto de Jesús y sus Apóstoles?) Mientras Stalin vivió, su hijo habitaba en Moscú y era uno de los personajes más repugnantes de la banda del Kremlin.

La hija de Stalin, Svetlana, se casó en 1951 con el judío Miguel Kaganovitch, uno de los Amos actuales de la Unión Soviética, ¿Por qué no se casó Svetlana con un ruso cualquiera, sino con un judío? Naturalmente porque ella es judía y respeta las prescripciones del Talmud, que prohíbe a los judíos casarse con no-judíos para preservar su raza elegida de dios.” (No existe evidencia alguna de que Svetlana Alliluyeva haya estado casada jamás con el tal Mikhail Kaganovich, y la misma Svetlana quien aún vive ha negado consistentemente tales versiones que no han podido ser corroboradas por los neo-Nazis inclusive tras el colapso de la Unión Soviética. Esta es una fantasía mantenida con vida casi perpetua por los círculos ultraderechistas fascistas que insisten en perpetuar el mito sin presentar jamás prueba alguna para probar su dicho. Por otro lado, si fuera realmente cierto que a los judíos les está estrictamente prohibido casarse con no-judíos, el científico Enrico Fermi a quien "Traian Romanescu" alaba refiriéndose a él como "el gran físico italiano ERICO FERMI, descubridor de la reacción ató­mica en cadena, sin la cual no hubiera sido nunca posible alcanzar las grandes explosiones atómicas fuera de un laboratorio físico, que es el verdadero padre de la era atómica y de la bomba atómica" jamás se habría podido casar con la judía Laura Capon, ni al conocido actor Leonardo di Caprio le hubiera sido posible ser la pareja sentimental de la modelo israelita Bar Refaeli, ni al cantante mexicano Christian Castro le hubiera sido posible casarse con la judía argentina Valeria Lieberman, al igual que centenas de millares de otros no-judíos que se han casado con judíos y judías o que son parejas sentimentales de judíos y judías.)

Durante los años 1949-1950 Svetlana Stalin estaba en relaciones “amorosas” con el periodista judío Alexey Keplen. (No se trataba de un periodista, se trataba de un cineasta.) Svetlana hubiera encontrado mucho más fácil en el “paraíso” de su padre, a un ruso para satisfacer sus necesidades amorosas. Pero los rusos de hoy son los esclavos de la judería camuflada bajo los seudónimos y no pueden permitirse el “honor” de mantener relaciones con sus “excelencias judías”, del calibre de Svetlana Iosophovich Djugashvilli. ("Traian Romanescu" se abstiene de mencionar aquí que, efectivamente, Svetlana sí llegó a enamorarse de un cineasta judío de nombre Aleksei Kapler, con el que sostuvo un breve romance, pero que esta fué una relación que Stalin desaprobó a grado tal que este pobre hombre terminó aprisionado en 1942 por su atrevimiento. Kapler fue sentenciado a diez años de trabajos forzados en la remota ciudad de Vorkuta... ¡cerca del Círculo Artico! Y contrariamente a lo que pueda haber afirmado "Traian Romanescu" en sus libros, Aleksei Kapler no fue el único judío que la pasó muy mal en la Rusia Soviética, tanto judíos como no-judíos tuvieron que aguantar la obstinada fidelidad de la burocratizada maquinaria gubernamental soviética a un sistema socio-económico casi elevado a religión que estaba predestinado al fracaso. La misma Svetlana Alliluyeva huyó del "paraíso comunista de los trabajadores" el 6 de marzo de 1967 cuando solicitó asilo político a la Embajada norteamericana en India, y ella misma se encargó de denunciar las barbaridades que se llegaron a cometer bajo el régimen de su padre. Esto último es un evento de gran trascendencia y significado que ocurrió seis años después de la publicación del libro La Gran Conspiración Judía y que tomó por sorpresa a todos los neo-Nazis alrededor del mundo. De haber previsto que tal cosa podría suceder, de seguro "Traian Romanescu" jamás habría hecho mención alguna de Svetlana Alliluyeva en su libro; e inclusive hubiera deseado recoger todas las copias impresas de su libro para hacer dicha "corrección" borrando toda mención de Svetlana, que al fin y al cabo para eso es para lo que son muy buenos los revisionistas, para re-escribir la Historia inventándola de nuevo a su manera. Dicho sea de paso, el apellido medio de Svetlana jamás fue Iosophovich, sino Iosifovna, siguiendo la costumbre rusa, derivando su apellido medio del nombre propio Iosif de su padre.)

¿Cómo se explica el hecho de que el “georgiano de sangre pura” se ocupe de la cuestión nacional judía, aún desde 1912? Durante este año Djugashvilli escribía un artículo titulado “El problema nacional y la social-democracia”, en el cual trataba especialmente el problema nacional de los judíos. En el mencionado artículo publicado en Viena en los números 3, 4 y 5 de la revista “Prosvecenie” de 1913, Stalin mencionaba la existencia de un gran número de judíos en Daghestan y Caucasia, es decir en su país de origen, y estudiaba la posibilidad de constituirlos en Nación (¿? Stalin jamás en su vida como dictador hizo absolutamente nada por constituír un Estado judío dentro de la Unión Soviética, y vaya que podría haberlo hecho si hubiera querido al estar gobernando con mano de hierro a su país; nadie lo hubiera cuestionado so pena de terminar deportado a Siberia o con un balazo en la nuca. Por el contrario, su interés era asimilar e integrar a los judíos con el resto de la población, del mismo modo que en los Estados Unidos han integrado plenamente a los negros africanos en la vida nacional después de sus largos años de esclavitud en el Sur.) Antes de escribir este artículo, Stalin había estudiado multitud de trabajos judíos sobre dicha cuestión, entre los cuales “El problema nacional” de Springer (Das Nationale Problem, Leipzig-Vienna, 1902), y “La cuestión nacional de los judíos y la social-democracia” de Bauer, ambos judíos de Alemania (¿?), más los Protocolos del IV, VI y VII Congreso del Bund Judaico, que han tenido lugar respectivamente en Bielostock (Polonia) en Abril de 1901, en Zurich en Abril de 1905 y en Lwov en Diciembre de 1906. ¿Por qué tanto interés de Stalin en las cuestiones judías, aun mucho antes de la Revolución comunista?

A continuación, haremos un brevísimo resumen acerca de la etimológía de la palabra Djuga, ya que la duda puede persistir en el lector de que la palabra Djugashvilli efectivamente pueda significar “hijo de judío”. En relación al posible origen etimológico de esta palabra, existen dos posibilidades. La palabra puede tener un origen Georgiano o puede tener un origen más provincial, osético. (Osetia es una región situada dentro de Georgia, en las altas regiones montañosas del Cáucaso.) Si la palabra deriva de la región Osética de Georgia entonces lo que tenemos es la raíz djogi que significa “rebaño”. Y si la palabra tiene una derivación más general (Georgiana), entonces esta segunda posibilidad se traduce en el significado “hijo de Dzhuga” (o “Djuga”). Y la palabra Dzhuga no tiene significado alguno (así como las palabras Pérez o Facundo no tienen significado en Español). Esto lo podemos confirmar en varios documentos como Predki Stalina (este documento está en el lenguaje Cirílico propio de la lengua rusa), del académico ruso A. V. Ostrovskij (Genealogicheskij vestnik, 2001, número 1). Bajo ninguna circunstancia la palabra tiene un origen que signifique judío. Un análisis etimológico riguroso de ésto último requiere de cierta familiaridad con el alfabeto Georgiano y queda fuera de los alcances del análisis que estamos llevando a cabo, habiendo además muchos detalles finos como el hecho de que muchos Osetianos adoptaron la costumbre de cambiar la terminación osética “ev” reemplazándola por “shvili” con lo cual la palabra osetiana Dzhugayev quedaba substituída por la más Georgiana palabra Dzhugashvili (sobre ésto consúltese el libro “The Children of Arbat” de Anatoly Rybakov), de lo cual el prestigioso académico Ivane Dzhavakhishvili reconoce incluso que algunas palabras bajo la influencia del idioma Ruso sufrieron modificaciones y que como resultado de la destrucción por acción del tiempo de archivos antiquísimos no hay posibilidad de poder establecer confiablemente el origen y la etimología de muchas palabras usadas en Georgia. De cualquier manera, se sabe a ciencia cierta que el padre de Stalin no era un judío por haber nacido en el seno de una familia cristiana campesina perteneciente a la Iglesia Ortodoxa, en la villa de Didi-Lilo en Georgia. A su vez, el padre de éste (el abuelo de Stalin) de nombre Vano, era un cuidador de los viñedos del Príncipe Georgiano Badur Machabeli en la villa de Didi Lilo cerca de Tiflis (hoy Tbilisi). Para otra confirmación de la procedencia etimológica del apellido dizque “judío” de Stalin, se recomienda consultar más a fondo referencias tales como al eminente lingüista Boris Ottokar Unbegaun (1898-1973), filólogo, estudioso de la cultura eslávica, y Profesor de la Universidad de Oxford, co-autor del famoso “Oxford Russian Dictionary”, específicamente su libro “Russian Surnames derived from aphetic baptismal names (Melbourne Slavonic Studies)”, publicado en Londres en 1972. En última instancia, existe una prueba infalible para verificar la falsedad rotunda de la afirmación de que la palabra “Djugashvilli” traducida del georgiano significa “hijo de judío”, y esta consiste en tomar un boleto de avión para trasladarse en persona hasta Georgia para preguntárselo directamente a los etimólogos y lingüistas de la Universidad Estatal de Tbilisi (la cual graduó a un filólogo de la talla de Ilia Abuladze y a un lingüista de la talla de Arnold Chikobava) o la Universidad Estatal Ilia Chavchavadze. O mejor aún, sin necesidad de incurrir en tanto gasto, pueden remitir un correo electrónico a los expertos georgianios en la etimología de la lengua eslava para salir de dudas. En estos lugares tienen muy buenos académicos de fama mundial, todo lo contrario a pseudo-académicos fantoches como “Traian Romanescu” que sólo sirven como objeto de estudio principalmente a psicólogos y psiquiatras.

Y ultimadamente, la mejor prueba de que Stalin no era judío nos la dejaron el mismo Hitler y los Nazis. Si cualquiera de los argumentos expuestos arriba por “Traian Romanescu” hubiera tenido alguna validez, los Nazis que tenían a su disposición el enorme poderío investigativo de sus servicios de inteligencia así como a académicos con nivel de Doctorado laborando en las mejores universidades ya lo habrían descubierto ellos mismos, y habrían explotado propagandísticamente cualquiera de los “datos” anteriores que pudieran confirmar remarcando: “He aquí la prueba contundente de lo que afirmamos; Stalin es un judío que se ha apoderado de Rusia, y por ello la gran conspiración judía-comunista es un hecho fuera de toda duda”, lo cual nunca hicieron, y no sólo no lo hicieron sino que el mismo Hitler jamás se refirió a Stalin identificándolo como un judío. “Traian Romanescu” podría responder a esto diciendo “es que en Alemania jamás tuvieron a nadie tan inteligente, tan sagaz, tan astuto, tan buen detective, como yo. ¿Quién mejor que yo?”.

En el caso de Stalin, no es tan difícil perforarle a “Traian Romanescu” sus pruebas del presunto “judaísmo” de su “acusado” porque se trata de un personaje histórico ampliamente estudiado de mil maneras diferentes a grado tal que es ya muy poco lo que se desconoce acerca de él. Sin embargo, ello no detuvo a “Traian Romanescu” de arriesgarse a judaizar a Stalin exponiéndose a quedar en el ridículo como ha quedado aquí. Y si hizo ésto con un personaje tan conocido, ¿qué habría de impedirle continuar con este mismo proceso con otros personajes menos conocidos en los cuales sería más difícil exhibirle a “Romanescu” sus mentiras? Esto sale a colación porque en su libro "Romanescu" señala como judíos a muchos otros personajes. Sin presentar pruebas documentales de sus señalamientos, claro está, porque él está para “revelar” situado desde un plano muy superior al resto de los mortales, y los demás están para desmentirlo si es que cuentan con los recursos para hacerlo. Para sus seguidores, si “Romanescu” afirmaba que alguien como el actor Johnny Weissmuller era un judío, pues entonces así tenía que ser, y no había nada más que decir al respecto. Todos los demás incluyendo académicos e historiadores y sociólogos de renombre tenían que probar rigurosamente cada línea e inclusive cada palabra de lo que afirmaban, menos “Traian Romanescu”. Atreverse a cuestionarlo era anatema.

En el capítulo XVII (La Tragedia del Pueblo Norteamericano), al igual que como lo hace en otros capítulos de su libro, “Traian Romanescu” se dá rienda suelta judaizando o señalando como comunistas encubiertos a una gran cantidad de personajes ampliamente conocidos en los Estados Unidos en la década de los sesenta relacionados con los sindicatos laborales más importantes de dicho país, y no porque fueran conocidos como judíos, ya que el “judaísmo” de estos personajes es algo que “Traian Romanescu” de alguna manera que nunca le reveló a nadie descubrió mágicamente por cuenta propia sentado en el escritorio de su residencia en algún lugar de la ciudad de Guadalajara en México sin tener que salir a hurgar en los archivos de las oficinas del registro civil, sino porque era gente prominente que tenía que ser judaizada a toda costa para darle más credibilidad a la propuesta de “la gran conspiración judía masónica comunista”. La lista es la siguiente y se invita a los lectores a que a través de Internet confirmen por cuenta propia cuáles de estos personajes realmente eran judíos o comunistas y cuáles no (AFL es el acrónimo de la American Federation of Labor, y CIO es el acrónimo del Congress of Industrial Organizations):

Walther Reuther, presidente del CIO y líder de la UAW (United Automobile Workers). Su padre, Jacob Reuther, huyó de Alemania en 1892, para evitar que sus hijos hicieran el servicio militar. Es comunista camu­flado (¿?), ya que después de ser expulsado de las fábricas Ford por agitador, fue recibido en la URSS por el gobierno soviético; se le facilitó colocación en la fábrica soviética de automóviles en la ciudad de Gorky (Efectivamente, Walther Reuther viajó a Rusia y trabajó como obrero durante 18 meses en una planta de automóviles que fue construída en dicho país por nadie menos que el mismo industrial antisemita norteamericano Henry Ford, el autor del libro "El Judío Internacional" tan venerado en los círculos de la ultraderecha. Más que atacar a alguien que laboró como simple obrero en dicha fábrica, "Traian Romanescu" debería de haber atacado inmisericordemente al industrial norteamericano que le construyó dicha fábrica a los soviéticos. ¿Por qué no lo hizo?) Ningún individuo puede penetrar en esas condiciones en la Rusia soviética, si no es comunista activo y comprobado” judío

George Meany, presidente de la AFL, ?
Mathew Woll, vicepresidente de la AFL, judío
William Schnitzler, secretario de la AFL, judío
Arthur J. Goldberg, consejero general del CIO, judío
Harry C. Bates, jefe del sindicato de los alhamíes dependientes de la AFL, judío
David McDonald, jefe del sindicato de la industria del acero, dependiente del CIO, judío
David Dubínsky, jefe del sindicato de la industria de ropa para mujer, dependiente de la AFL, judío
Franfc Rosenblum, jefe del sindicato de la industria de la ropa, afiliado al CIO, judío
Joseph Curran, jefe del sindicato marítimo, judío
O. A. Knight, jefe del sindicato de petroleros, afiliados al CIO, judío
Emil Rieve, jefe del sindicato de la industria textil, afiliado al CIO, judío
Jacob Potofsky, otro jefe sindical de la industria de la ropa, judío
Daniel W. Tracy, jefe del sindicato de electricistas, afiliado a la AFL, judío
Charles Mac Gowan, jefe del sindicato de los calderos, afiliado a la AFL, judío
L. S. Buckmaster, jefe del sindicato de la industria del hule, afiliado al CIO, judío
Albert J. Hayes, jefe de los obreros maquinistas sindicalizados, dependientes de la AFL, judío
J. Albert Woll, consejero general de la AFL, judío
Dan Tobin, jefe del sindicato de choferes de camiones, judío
Albert Fitzgerald, jefe del gremio de los electricistas, judío

En esta lista, si el secretario-tesorero de la AFL-CIO William F. Schnitzler era un judío, esto es algo que “Traian Romanescu” sólo él lo supo, y -como siempre- no dijo en su libro cómo fué que obtuvo tal dato, un hábito al que deben acostumbrarse los lectores de “Romanescu” que están obligados a creer en su palabra como si fuese un dogma. Y lo mismo vá para otros en la lista como David J. McDonald, Daniel W. Tracy (1886-1954), y el descendiente de escoseses-ingleses Orie Albert “Jack” Knight de la Oil, Chemical and Atomic Workers International Union (OCAWIU). O como L. S. Buckmaster de la United Rubber Workers of America, el cual... ¡tenía fama de ser un conservador! Por otra parte, si nos ponemos a investigar un poco, encontraremos que en el libro The Fighting Machinists, A Century of Struggle, el historiador Robert G. Rodden claramente identifica a Albert J. Hayes, presidente internacional de la International Association of Machinists (IAM) de 1949 a 1965, como un descendiente de alemanes radicados en Milwaukee, nacido en los Estados Unidos el 14 de febrero de 1900, el séptimo de una familia de diez hijos, pero en ninguna parte de su libro señala que haya sido judío. Entonces... ¿cómo supo “Romanescu” que Hayes era judío? ¿Usó sus dotes adivinatorias? ¿Se lo preguntó a Hayes en persona?

“Traian Romanescu” agrega inmediatamente lo siguiente después de haber puesto en su libro la lista espectacular que acabamos de ver:

Mucho me interesaría saber si hay algún jefe sindical “americano” que no sea judío o por lo menos masón, es decir, miembro de la misma conspiración internacional judaica. Los sindicatos constituyen un poderoso factor económico y estando controlados por los judíos (¿?), ellos tienen la posibilidad de paralizar industria y economía cuando les da la gana (¿?). Basta poner condiciones inaceptables a los patronos cristianos, naturalmente hablando en nombre de los obreros, para que haya motivo “legal” de proclamar huelgas. (¿Entonces líderes sindicales como el sempiterno líder charro de la CTM Fidel Velázquez al igual que la corrupta lideresa del SNTE Elba Esther Gordillo Morales eran o son judíos? ¡Pues sí, judíos todos ellos, a menos de que le demuesten lo contrario a "Traian Romanescu" y a los continuadores de su obra en la ciudad de Guadalajara!)

En el capítulo XIII de La Gran Conspiración Judía, (El Comunismo Judaico de America, La Técnica de los Seudónimos) “Romanescu” nos habla acerca de esta “Técnica de los Seudónimos”, según lo cual:

El judío conspirador busca siempre esconder su propio nombre o apellido hebreos, como el ladrón esconde la cara, pues sabe que los diversos pueblos en medio de los cuales ha vivido, aprendieron por experiencia que el judío es un individuo peligroso y por eso evitan tener relaciones con él. Para vencer esta dificultad, la judería internacional ha adoptado desde hace siglos la costumbre de recomendar a sus miembros que utilicen seudónimos.

Esto es interesante, porque si alguien esconde su verdadero nombre detrás de seudónimos son precisamente los afiliados a las organizaciones secretas de la extrema derecha mexicana tales como la Organización Nacional del Yunque. La misma sociedad ultraderechista secreta “Tecos” que opera desde su principal plataforma de operaciones en la Universidad Autónoma de Guadalajara fundada por Carlos Cuesta Gallardo junto con los hermanos Leaño Alvarez del Castillo, posiblemente la organización neo-Nazi más peligrosa del continente americano por la cantidad de neo-fascistas que está graduando así como el enorme poderío que está amasando a través de sus contactos y redes de infiltración tanto dentro como fuera de México, utiliza seudónimos en todas sus reuniones clandestinas y los reportes que los Tecos entregan dando cuentas de sus actividades de infiltración y espionaje. Si en alguna parte podemos ver la impronta de “Traian Romanescu” es precisamente aquí, en la práctica del uso de seudónimos como el ladrón que esconde la cara. ¿Puede haber mayor cinismo, puede haber mayor hipocresía que ésta?

Es precisamente dentro de este capítulo “Técnica de los Seudónimos” en donde “Traian Romanescu” repite una fantasia ampliamente divulgada en los círculos de la extrema derecha, la fantasía de que el Presidente norteamericano Harry S. Truman era un judío, y lo hace afirmando que:

Hay casos en los que ni el nombre ni el apellido pueden mostrar el origen judío de un individuo. Entonces queda el nombre del padre que lo denota inmediatamente como por ejemplo Harry SALOMÓN Truman.

Al respecto, Spectator, en la sección de comentarios de su trabajo La Extrema Derecha Mexicana, el sábado 11 de noviembre del 2006 formuló un reto mundial invitando a que uno de los comentaristas, un Teco de la Universidad Autónoma de Guadalajara que ha estado recurriendo al seudónimo de Goliath (seguidor fiel de las enseñanzas de su maestro “Traian Romanescu” en lo relativo al uso de seudónimos), a que probara documentalmente de manera definitiva e irrefutable el presunto judaísmo del Presidente Truman. Hasta la fecha, casi dos años después, ese reto sigue sin ser contestado, ni por el Teco Goliath ni por ninguno de sus simpatizantes tanto en México como fuera de México desde Argentina hasta España, y vaya que han tenido mucho tiempo para ello.

Veamos lo que nos dice “Traian Romanescu” al hablar despectivamente en términos derogatorios acerca del gran físico judío-alemán Albert Einstein (esto lo hace en el capítulo XIV de su libro, “El Espionaje Comunista, Obra Maestra de la Judería”):

En lo que se refiere a las teorías de Einstein, en torno al cual se ha hecho tanta propaganda, tanto por los judíos de Oriente como por los de Occidente, yo considero muy interesante su “teoría de la relatividad”; pero las demás me parece que son más especulaciones fantasiosas y fantásticas que obras científicas. No debe olvidarse que antes de la muerte de Einstein se reunió en Norteamérica un congreso de 400 sabios para discutir las nuevas teorías científicas de Einstein. Las conclusiones de ese congreso fueron que dichas teorías no son más que “fósiles”, sin un verdadero fundamento científico (¿?). Para salvar el mito de Einstein, convertido por la prensa en “el mayor genio científico de nuestros tiempos”, la misma prensa interesada se lanzó en una campaña de insultos contra los sabios participantes en dicho congreso, calificándolos de “incapaces” de comprender las teorías del “supergenio”... El tiempo decidirá cuál ha sido el valer científico real de ese judío.

Subiéndose él mismo al pedestal de bien informado e ilustradísimo científico, capaz de comprender asuntos tales como el cálculo tensorial y geometrías no-euclideanas, “Traian Romanescu” no vacila en denigrar y demeritar la obra de Einstein por el solo hecho de que era un judío. Una de las teorías de Einstein que a “Traian Romanescu” le parece que son “más especulaciones fantasiosas y fantásticas que obras científicas” debe serlo la explicación del efecto fotoeléctrico por lo cual Einstein recibió el Premio Nóbel de Física en 1921, como también debe serlo la fundamentación sobre bases teóricas del movimiento Browniano con lo cual la teoría atómica dejó de ser objeto de especulaciones para convertirse en una realidad susceptible de ser confirmada experimentalmente en el laboratorio usando las ecuaciones obtenidas por Einstein para la explicación del movimiento Browniano. Al empezar el tercer milenio, el tiempo ha decidido ya "el valer científico real de ese judío", y la conclusión sigue siendo la misma: el consenso de la comunidad científica continúa clasificando a Albert Einstein como uno de los más brillantes científicos del siglo XX.

Si queremos las pruebas de que “Traian Romanescu” estaba totalmente a favor de la discriminación racial y totalmente en contra de la democracia, sólo tenemos que leer un párrafo como el siguiente (Capítulo XVI, “La Masonería, Instrumento Secreto del Judaísmo”):

En Sudáfrica el judaísmo masónico trabaja por intermedio del llamado “United Party” (Partido Unido, dirigido por el judío (¿?) Jacobus Gedeón Nel Straus), que utiliza el conocido método judaico de levantar a los pueblos de color contra los blancos (¿?). El régimen nacionalista del doctor Malan es calificado por las agencias noticiosas judío-masónicas de todo el mundo como “régimen de dictadura” y el doctor Malan de “racista” y “nazi”. El espíritu cristiano de la población blanca de ese país impide a los judío-masones obtener el poder por medio de elecciones y toda la propaganda que se hace en favor del derecho de voto de los negros tiene el fin de utilizar a esa masa de votantes de color para obtener el control del gobierno “legalmente”.

Aquí estamos hablando de una época gris en la que en Sudáfrica una minoría blanca dominaba a una gran mayoría negra negándole su derecho de voto (¡negros discriminados en tierra de negros!), algo que en la ultraderecha es propio y justo sobre la creencia en la “superioridad de las razas” entronizada a grado de dogma por la Alemania Nazi. La extrema derecha jamás ha sido simpatizante de la democracia, a la cual detesta, y es por esto que no tiene problema alguno con el hecho de que sátrapas como Hitler y Franco hayan sido dictadores vitalicios. Aunque en los círculos de la ultraderecha la palabra “nacionalista” es interpretada como “nacional-socialista”, algo afín a las creencias enarboladas por los Nazis alemanes, el Partido Nacional de Sudáfrica pese a su nombre jamás fue un partido con ideología fascista. Sin embargo, sí fue un partido conservador, y sobre todo, racista, ganando con ello las simpatías de “Traian Romanescu” y sus seguidores. El 12 de marzo de 1949, Daniel François Malan ya convertido en Primer Ministro de Sudáfrica aclamó los resultados de su victoria en las urnas (en una elección en la que no se permitió votar a ningún negro) como una señal de que Sudáfrica aprobaba su política de segregación racial conocida como Apartheid. En Estados Unidos, grupos supremacistas blancos anti-negros (y anti-mexicanos por añadidura) como el Ku Klux Klan aplaudieron el triunfo de Malan del modo más entusiasta, como también fue muy aplaudido dicho triunfo en México en la ciudad de Guadalajara por la gente que ya conocemos. Hoy esa época de discriminación racial es algo que muchos sudafricanos tanto blancos como negros quisieran olvidar; pero afortunadamente ya están superando éste trauma histórico viviendo en armonía blancos y negros, con los negros ejerciendo su derecho de voto como se acostumbra en cualquier otra democracia que realmente lo sea.

Veamos ahora cómo el revisionista “Traian Romanescu” le demuestra al mundo entero que, al decir de él y otros como él, el Holocausto Nazi nunca ocurrió, lo cual hace en el capítulo XXII (El “Pueblo Elegido” a Través de la Historia):

En Alemania la judería intentó apoderarse del gobierno inmediatamente después de la primera guerra mundial (¿?), pero no pudo mantenerse mucho tiempo. Hitler dio a los conspiradores uno de los más fuertes golpes de su historia. Pero los mosaicos liquidados entre 1938 y 1945, no son seis millones ¡ni con mucho! como pretende la judería para provocar la compasión del mundo. (¿?)

¡6.000,000! de “elegidos” que se pretende han sido ejecutados por los alemanes. De Alemania fueron 900,000 (judíos) a cambio de millones de alemanes que murieron en la guerra. Los alemanes perdieron su patria (¿?), en cambio los judíos ganaron su Estado Judío.

¡6.000,000!... Estos datos facilitados naturalmente por los judíos y sus instrumentos masones, comunistas, etc., son falsos (¿?). Si tenemos en cuenta solamente a los judíos de Rumania, Polonia y Hungría, no fueron muertos ni la cuarta parte de lo que se dice. (¿?)

Estas diatribas feroces ya han sido respondidas en las otras bitácoras de Spectator accesibles en Internet, lo cual hace innecesario que sean duplicadas aquí.

Si lo deseamos, podemos seguir perforando más agujeros en el libro La Gran Conspiración Judía, pero ello nos tomaría aquí un espacio considerable. Podemos adoptar dos posturas: la primera consiste en que si el libro fue forjado con, digamos, unas 2 mil 105 mentiras y falsedades sumadas a 487 citas tomadas deliberadamente fuera de contexto además de las omisiones de que adolece, la tesis central de “Traian Romanescu” sigue siendo válida mientras no se hayan expuesto en su totalidad todas esas mentiras, falsedades, citas fuera de contexto, y omisiones. Esta es la postura que adoptan quienes se aferran obstinadamente a las “revelaciones” del desconocido “profesor rumano”. La segunda postura consiste en que es suficiente con lo que ya hemos visto para desechar todo el libro como vil basura, habido el hecho de que en el mundo académico no es el lector el que está obligado a demostrarle al autor que está mintiendo sino es el autor el que está obligado a comprobarle a su lector que está hablando con la verdad. Adoptaremos aquí la segunda postura, porque a fin de cuentas ésta basura literaria no merece que se le conceda tanta importancia como para que nos siga robando ni siquiera un minuto más de nuestro tiempo. Si pese a lo que se acaba de ver todavía hay alguien que insista en ofrendar su vida a causa de algún movimiento inspirado en esta basura, esto ya será responsabilidad suya y no de Spectator ni de nadie más.

Cuando “Traian Romanescu” escribió su libro, no existía Internet, y la gran mayoría de las librerías en México e inclusive de Latinoamérica entera estaban pobremente equipadas; simple y sencillamente no había forma de poder verificar la veracidad o la falsedad de las miles de afirmaciones hechas por “Traian Romanescu” en su libro. Pero si hubiera sabido entonces que llegaría a haber algo como Internet, poniendo a la disposición pública del mundo entero incluyendo los poblados más apartados de la tierra un amplio repositorio de información al alcance en cuestión de segundos, “Traian Romanescu” posiblemente habría sido mucho más cuidadoso en la invención de sus falsedades y distorsiones históricas. Posiblemente ni siquiera habría escrito su “obra cumbre”, ya que desprovista de todas las falsedades, citas fuera de contexto, falsificación de testimonios y documentos, invenciones propias del autor y afirmaciones con mero valor propagandístico pero con valor histórico nulo, no habría habido mucho material para escribir. En realidad, Internet es la invención del hombre que vino a poner los clavos en el féretro que la Historia ha reservado para los escritos de “Traian Romanescu”.

Al leer cualquiera de los libros de “Traian Romanescu”, el lector que no quiera ser engullido al igual que como han caído muchos incautos tiene que adoptar una posición sumamente crítica cada vez que “Traian Romanescu” afirma que tal o cual persona es un judío o una judía, y formularse a sí mismo las siguientes preguntas: ¿Realmente este personaje es un judío? ¿De dónde sacó este dato? ¿Está probando el autor dentro de su libro con algún documento o con alguna referencia histórica comprobada que efectivamente tal personaje es un judío? ¿Cómo puedo estar absolutamente seguro de que tal dato no fue inventado? Formulándose estas preguntas desde un principio, el lector de los libros de “Romanescu” se irá dando cuenta de que, conforme avanza en su lectura, la obra de “Romanescu” empieza a desmoronarse ante sus ojos como un castillo de arena.

Quizá los párrafos más importantes y reveladores de todos los párrafos que aparecen en el libro La Gran Conspiración Judía son unos párrafos que están puestos en el penúltimo capítulo del libro, el capítulo XXIII, titulado “El Unico Camino”, en donde se lee:

Cualquiera no judío podría preguntarse: ¿A dónde llegaremos? La respuesta no es difícil. Si el mundo no judío continúa impasible y no organiza su defensa, acabaremos todos en un gigantesco infierno comunista. (¿?) Esta no es una profecía, sino una realidad que ya existe en Asia y en media Europa.

Sólo hay un camino para salvar al mundo de ese negro destino: paralizar totalmente y sin vacilaciones la acción política judía.

Se trata de LIQUIDAR para siempre una conspiración internacional que ha venido siendo realizada por una “insignificante minoría” que no representa ni el 1% de la población del mundo. O realizamos esta tarca o nos convertiremos en prisioneros de esa minoría.

En el momento en que la acción política de los cristianos se organice en todo el mundo, el judaismo político y la masonería y el bolchevismo serán dominados. Y el elemento de la cristiandad que puede y debe asumir esta tarea es el sector estudiantil, apoyado por los verdaderos intelectuales.

Nosotros los rumanos tuvimos esa experiencia antes de la guerra. La famosa Guardia de Hierro de Rumania fue fundada por un grupo de estudiantes de la Universidad de Iasi. En cuanto las masas fueron conociendo la conjura judío-comunista-masónica, dieron su decidido apoyo al movimiento defensivo.

Esa acción cristiana ha de pasar por alto los ataques que le lancen la prensa, la radio, la televisión, etc. Su punto de arranque han de ser las Universidades. La organización interna debe tener severa rigidez y poner extraordinario cuidado en que no se infiltren agentes judío-masónicos, que acabarían por dividirla y hacerla fracasar.

En estos tres párrafos, “Traian Romanescu”, o mejor dicho, Carlos Cuesta Gallardo, está delineando claramente el plan de acción para liquidar de manera definitiva a “la gran conspiración judía masónica comunista”, y ya sabemos del tipo de liquidación a la que se está refiriendo; allí están los campos de exterminio Nazis repartidos por toda Europa para probarlo, a pesar de que los mismos dementes que hoy abogan por estas medidas tan radicales insisten en seguir negando que el Holocausto Nazi haya tenido lugar. Aquí Carlos Cuesta Gallardo no sólo está haciendo una profecía sobre lo que habría de venir. Cuando el libro apareció publicado en 1961, todo esto ya estaba en marcha en la Universidad Autónoma de Guadalajara, tal y como lo proponía “Traian Romanescu”. En México, el sector estudiantil al que “Traian Romanescu” hace referencia para “liquidar” al enemigo es precisamente la organización estudiantil ultraderechista secreta Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Y en la consecución de este plan no han cejado un solo momento. Se trata de una conspiración en toda la extensión de la palabra. En tan breves líneas, Cuesta Gallardo dejó delineado el modo en el cual deberán operar estas organizaciones, con la “organización interna (que) debe tener severa rigidez y poner extraordinario cuidado en que no se infiltren agentes judío-masónicos, que acabarían por dividirla y hacerla fracasar”. Esto explica plenamente la enorme secrecía y los terribles juramentos de lealtad con los que opera la Universidad Autónoma de Guadalajara. Esto explica las muertes y las desapariciones que ha habido cuando sospechan que tal vez alguno de sus reclutados entre el estudiantado pudiera ser un “enemigo”. La sospecha puede estar totalmente infundada, pero basta tan sólo con la sospecha sin necesidad de tener prueba alguna y ciertamente sin necesidad de llevar a cabo un juicio en contra del acusado o los acusados para que los desequilibrados cerebros que están detrás de la terrible conjura ultraderechista actúen de manera enérgica y decidida eliminando “los riesgos”. Y se recalca que esta no es una conjura limitada única y exclusivamente a la ciudad de Guadalajara o al estado de Jalisco en donde opera la Universidad Autónoma de Guadalajara. La intención es extender el movimiento por todo México e inclusive fuera de México, por toda Latinoamérica y por todo el continente, porque el “enemigo” que dicen combatir es internacional (¿no es acaso ésto mismo el título de un libro publicado y promovido por un industrial automotriz norteamericano que fue admirado y homenajeado en vida por el mismo Hitler?) y está diseminado alrededor del mundo entero. Esto lo explica todo, absolutamente todo. La guerra sucia emprendida al margen de la ley a través de TELEVISA en contra del candidato presidencial izquierdista Andrés Manuel López Obrador en el 2006, la creación de la Organización Nacional del Yunque al amparo de la obscuridad, la infiltración del Partido Acción Nacional a manos de extremistas de la ultraderecha encubiertos, el ascenso del neo-fascista Manuel Espino hasta la cima del poder político y su continuada injerencia tan poderosa como nefasta en la política del país. Todo deriva de aquí. Nunca en tan pocos párrafos ha habido revelaciones tan profundas y tan dramáticas como en estos cuantos párrafos con los cuales el pueblo de México puede, ahora sí y de manera definitiva, estar en condiciones de poder interpretar lo que está sucediendo no sólo en Guadalajara sino en todo México. Y tómese en cuenta que esto lo dijo precisamente uno de los fundadores de la Universidad Autónoma de Guadalajara y creador de la organización estudiantil extremista “Tecos”. Y tómese en cuenta también que la fundación de esta universidad no es algo que ocurrió ayer, hace un año, o hace una década, es algo que ocurrió en los años treinta del siglo pasado, y de esta universidad ha estado graduando desde entonces una cantidad enorme de operativos que se han estado incrustando en todos los estratos públicos de la vida nacional.

Naturalmente, los promotores de la conjura ultraderechista basada en Guadalajara han estado reclamando para sí lo que ellos consideran su muy merecida recompensa por estar dirigiendo el movimiento con el cual dizque van a salvar al mundo entero de “la gran conspiración judía masónica comunista”. La “salvación” que ofrecen les ha permitido convertirse en multimillonarios, acumulando a manos llenas inmensas fortunas a la vez que han estado empapando sus manos con la sangre de muchos cuyas vidas han destruído. En esto, no son muy diferentes a los Nazis corruptos que se estuvieron embolsando todo cuanto pudieron de los bienes materiales que les estuvieron robando a los judíos que encausaban a los campos de exterminio de Auschwitz, lo cual incluía quedarse hasta con las piezas dentales de oro de aquellos seres infortunados. ¿Quién dijo que el crimen no paga?